Ya estoy aqui otra vez. Y aprovechandolo voy a contar que se han proyectado dos películas interesantisimas desde que nos despedimos. Son estas Dony Darco y Criaturas celestiales de Peter Jackson. La primera es una historia de la vida de un chico planteando una hipotesis de partida, una hipotesis creativa. Que hubiera pasado si.....las cosas hubieran sido de otra manera, y a partir de ahí podeis imaginaros todo. Son casi desconocidos los actores, quizá menos el protagonista que es el que hizo uno de los papeles principales en Brokeback Mountain. La segunda versa sobre la influencia que pudo tener en las vidas de dos chicas que son amigas más allá de lo que se puede entender como amistad, el hecho de cometer un grave delito que vuelca patas arriba dos existencias jovenes. Está basada en hechos reales. Existe actualmente otra pélicula del director de Dony Darco que se llama The Box y no ha tenido muy buenas criticas. Pero de ese juicio puede resarciros el hecho de que sea protagonista de la misma Cameron Diaz, que sale malparada en las criticas de la prensa. Las dos películas han sido maravillosamente presentadas por Veronica, nuestra ya vitalicia experta en cine. Tengo curiosidad por otra parte sobre que tal sera la película del perro famoso que trabaja junto a Richard Gere, pues es una historia que tambien está basada en la realidad de unos hechos nada sorprendentes a estas alturas por parte de estos animales.
Antes de que se me olvide diré que quedariais muy bien conmigo regalandome en Navidad el Libro Wyoming de Anny Proulx, la autora del relato Brockeback Mountain, que está incluido en esa edición. Tampoco estaría mal el ultimo libro de poemas de Peter Handke o el ultimo libro de Paul Auster. Tambien debería contar que las clases de teatro van muy bien y que todos nos estamos haciendo muy amigos y todo avanza a una velocidad increible, sobre todo nuestra adiccion a la cerveza posterior a la clase. Tu te lo pierdes Veronica. Hay algunos miembros del grupo que ya han ido al teatro juntos, como lo ois. Y hay chicas guapisimas. No se porqué en todo lo que digo hoy siempre veo más la parte mala que la parte que no está equivocada, en fin resignación. Es que estoy muy solo, aunque me lo paso bien.Antes de que se me olvide debo recomendar sin que sirva de precedente dos películas españolas que son Celda 211 con unos protagonistas y secundarios alucinantes y la otra película es El secreto de tus ojos que aunque no es española debería serlo. Hablan muy bien de la película de Amenabar aunque yo no me fiaría del todo. Os recomiendo más que nada de lo que he dicho la comedia inglesa In the pool una historia de los sarcasmos y el ridículo de las actitudes de ciertos sectores de la clase política, es tronchante aunque de un humor quizá un poco primario. En lo referente a DvDs os recomendaría ya que vierais REC, la primera parte, la original, y lo digo con cierta sensación de traicionarme a mi mismo. Esta en los VIPS a precio muy asequible. También os he de recomendar la que dieron el otro dia en canal plus llanmada comando especial o algo así que trata sobre la limpieza de los barrios de favelas de Rio por la visita del Papa que quiere vivir en una favela. Dicen que para las olimpiadas van a hacer lo mismo. Y por ultimo El asesinato de Richard Nixon, con Sean Penn y su careto de pasmao,que es una satira social sin ningun humor.
En cuanto a libros y ya para terminar, os he de recomendar por obligacion la ultima novela de Ana Mª Matute, Paraiso inhabitado, Los confines de Andres Trapiello, que es algo muy fuerte y para los amantes de la literatura extranjera recomendaré Lo que perdimos de Catherine O´flynn, una historia que ha recorrido europa de boca en boca sin ser reconocida por los editores. Por ultimo hablan muy bien en todos los foros de la primera novela de Patrick Rothfuss, un tocho de ochocientas paginas que ha dejado a sus lectoras/es patidifusos. Es novela fantastica y aunque no os lo creais no aparecen ni elfos, ni dragones, ni hadas o duendes, magos, orcos, trolls, hombres lobo ni vampiros. Es una simple historia de amor y de muerte y amistad. Se llama El nombre del viento, y no se han calentado la cabeza los editores para buscarle esa traducción del nombre. No confundir con La sombre del Viento de Ruiz Zafon.
Para terminar quiero mandar un saludo a Marta y que receis muy fuerte por Monica Torres Coronado y su pareja Randy que están pasandolo muy mal debido a una grave enfermedad del chico. Monica es un antiguo/a miembro o miembra del taller de poesía, yo les deseo todo lo mejor, y que nos veamos pronto.
martes, 8 de diciembre de 2009
martes, 29 de septiembre de 2009
LAS NOCHES BLANCAS
EL día 19 de septiembre se celebraron los actos de las noches blancas en arteduna. Fue día de puertas abiertas y por la noche hubo un acto poetico-escenico en el cual los miembros del grupo Banda Aparte hicieron una muestra increible de lo que se puede hacer representando poesía. Yo destacaría el ultimo poema de Alberti escenificado por Francisco Glez. que mostró a los encargados de cierto programa de televisión como se siente un poema, algo antológico que no sucedía desde hace muchos años. La vaca Gorgina y su pareja de ficción le estarán muy agradecidos. Por justicia he de destacar otra actuación, y es la de Ignacio Rey y una chica vestida de Blancanieves que escenificaron el famoso poema de Cummings en el que una pareja se muestra mutuamente amorosamente erótica. Dicen que en los pueblos de cultura celta de la meseta los guerreros y los heraldos se vestían con pieles de lobo. Este animal era una representación de lo infernal y del transito al mundo de los muertos. Dicen que allí se formaron los primeros esquemas mentales en los que por mediación de chamanes o druidas estos individuos empezaron a sentirse el la piel y en el alma de los lobos. Fueron los primeros precursores conocidos de la licantropía. Como dos licántropos en la oscuridad cortada por la luz de unas velas, Ignacio y María nos mostraron su amor como lobos nocturnos en una noche de luna aulladora. Un buen regalo para mi cumpleaños.
martes, 14 de julio de 2009
TRES LIBROS
De mis últimas lecturas tengo que destacar en justicia tres libros. Uno es el clásico "La historia interminable", un libro que te atrapa y no te suelta. Una obra maestra de Michael Ende que es un viaje por la imaginación y por la necesidad de volver a los lugares en que fuimos felices, al pais de los deseos más profundos.El siguiente que yo citaría es "El Lobo", de Joseph Smith, una autentica revelacion que hubiera firmado el mismisimo Jack London, y que solo es igualado por algunos pasajes de "Colmillo Blanco", pero que en conjunto y sobre todo en su final se aleja de ese final edulcorado y un poco manido de la novela de London, un final que para mi estropea bastante esa genial novela del gran norte. PODRÍA SER UN GUIÓN ANTOLÓGICO PARA UNO DE LOS DOCUMENTALES DE LA 2, y plantea el misterio de si los animales son a veces más humanos que los propios hombres. Y además tiene la ventaja de ser bastante corta...y lo bueno si breve..ya se sabe.El tercero es el ya clásico de vampiros "Entrevista con el vampiro" de Anne Rice, que te atrapa desde el principio a ese mundo de muertos vivientes que son capaces de amar, enamorarse y odiarse entre ellos y también a los humanos. Es el primero de una saga eterna como la vida de los protagonistas, pero que basta por si mismo para dejar satisfecho al lector sin necesidad de más.
NUEVAS PELICULAS
Como hay alguna lectora fiel que reclama mi presencia y se interesa por mi, he decidido romper mi silencio y contaros algunos secretos.He tenido ultimamente la posibilidad de ver unas cuantas películas estimables. La primera que voy a citar es "Enrique V" de Kenneth Branagh. Una puesta en escena formidable, un vestuario y escenificación casi perfectas que han hecho de este actor-director un especialista en Shakespeare, para mi mejor que Sir Laurence Olivier debido A SU NATURALIDAD. Los dialogos son perfectos, como sacados de un teatro, pero de mayor fluidez.Una estimable película. "Ben X" es la historia de un chico autista en la que lo que más destaca es la actuación del protagonista y la solución final. Pude ver con Javi "La caja de Pandora" y me pareció una sencilla pelicula mágica, que retrata las calamidades de la gente que llega a edades en las que no es ya posible valerse por si mismo y en que el egoismo de los demás se hace notar en forma de descuido y discusiones que agrietan la convivencia de las familias.En mi ordenador pude ver "El temible burlon", y con el regresé a mi infancia viendo como Lancaster se reía de todos sus enemigos haciendo piruetas sobre las velas de su barco pirata.Y el domingo fue la oportunidad para ver "Jenny" o "El retrato de Jennie", una pelicula mágica que recomiendo a todo el mundo, y que es dificil que olvide jamás.Y me olvido de la primera que fue "Corazón de tinta", basada en el libro de Cornelia Funke. Es un cuento de hadas que abarca muchos cuentos a semejanza de "La historia interminable", de la que tiene claras influencias.Es una buena película para jovenes y niños, hecha a base de pocos medios y buenos actores de ese género juvenil. Por último voy a citar dos películas italianas, "Caos calmo" y "Vacaciones de Ferragosto", dos películas tipicas del cine italiano actual que reflejan la gran humanidad de muchos de sus personajes a traves de situaciones extremas o cómicas que atrapan la mirada y la atención del espectador hacia un padre atrapado por la soledad y hacia un hijo que no puede reprimir su amor por los demás y por los ingresos que le produce el ser tan buena persona.
viernes, 22 de mayo de 2009
UN RUMOR A VOCES
La película "Dejame entrar" está despertando tal oleada de rumotres boca oreja y cuello que ya se puede escribir una enciclopedia con todos los escritos elogiosos que le caen día tras día, unido a los espontaneos de la gente que la ha visto aunque sea para decir que no la entiende. Yo quizá no la entiendo de pe a pa pero por eso me gusta más. No te lo dan todo machacao como a los niños bobos. Este es uno de los muchos ejemplos de comentarios en la red:
"Perdonen que esta entrada vaya a ser sosa y deshonrosa para con mi estilo mordaz e hiriente, pero llevo unos días que hago cursos, voy a trabajar con desgana, y me afligen hipotecas que nunca llegan y quién sabe si llegarán algún día (aunque al paso que vamos, va a ser que no). Estoy bajo de espíritu, pero por cansancio más que por otras cosas, y lo que me pide el cuerpo son unas buenas vacaciones. Claro que, como no puedo permitírmelas ahora mismo por motivos laborales, lo que hago es ir al cine a ver películas tan buenas como ésta, y que conste que no lo digo yo sólo, sino mucha gente más que no puedo justificar por escrito, pero que la Historia recordará.
Déjame entrar es una peli de vampiros, pero de las buenas, no de las de chorrera y romanticismo exacerbado, que ya no tenemos 26 años (ejem). Aunque bueno, en realidad, bien mirada, esta película no es más que una mera excusa, un crescendo perfectamente orquestado para justificar una maravilla de escena final que pasará a los mejores recuerdos de todos los que la vean por los siglos de los siglos. Y eso que es una de ésas con niños, y a mí los niños me dan grimita que si no...
También les puedo comentar muchas otras cosas muy guays, no vayan a creerse Vds. que soy un hombre falto de recursos: sale un entrenador mexicano que es un freak de impresión, y una canción de los Secret Service que mola un montón y la hace desear a uno volver a los '80, donde los niños-vampiro campaban a sus anchas. Por desgracia es 2009. Aún.
Otra cosa que también me parece necesario reseñar aunque Vds. no vayan a saber apreciarlo es el asunto de la fotografía; no es sólo que los paisajes de la Suecia nevada sean una maravilla, sino que los juegos de luz aprovechados y retocados son increíbles. Por supuesto, todo esto tiene su contrapunto negativo en la animación en 3 dimensiones usada en una brevísima parte del largometraje, que bien mirada es un pelín chunga, pero vaya, es que son gatitos y es muy difícil hacer un gatito de coña mejor que un gatito de verdad. Hay pocas cosas mejores que un gatito de verdad.
Lo único que me duele realmente de haber visto esta película es haber contribuido con el Capital internacional pagando lo que vale el puñetero cine en estos días, y también haberle jurado y perjurado a unas personas que iría con ellos y al final traicionarles, pero vaya, que uno es humano y errar sienta divino, o no sé qué leches. Iremos a otra, lo prometo. Aunque no sé si será tan buena.
Aunque quizá haya algo peor aún, y es que navegando por Internet, uno descubre cosas tan feas como que Hollywood ya prepara su remake, que probablemente sea como la tiña, que te rascas las costras en la parada del autobús y las miras fijamente (¡ay, si Vds. supieran de dónde viene esta metáfora!); bueno, probablemente no sea así realmente porque ni yo mismo sé lo que he querido decir, pero no me digan que no queda lírico que te cagas. Soy un poeta.
Y hasta aquí esta sarta de cosas inconexas, que me he cansado y además me voy de donde estoy a pastos más verdes donde podré refocilarme en las maravillas de las cuchillas de afeitar y las duchas calientes que relajen mi ser y me hagan olvidarme de tu otro banco, y cada día el de más gente, que contento me tienen. Hasta más ver."
·Eso es todo amigos, por ahora, ah, y gracias por lo del recital¡
Y mucha fuerza para que arteduna salga adelante conmigo dentro¡
"Perdonen que esta entrada vaya a ser sosa y deshonrosa para con mi estilo mordaz e hiriente, pero llevo unos días que hago cursos, voy a trabajar con desgana, y me afligen hipotecas que nunca llegan y quién sabe si llegarán algún día (aunque al paso que vamos, va a ser que no). Estoy bajo de espíritu, pero por cansancio más que por otras cosas, y lo que me pide el cuerpo son unas buenas vacaciones. Claro que, como no puedo permitírmelas ahora mismo por motivos laborales, lo que hago es ir al cine a ver películas tan buenas como ésta, y que conste que no lo digo yo sólo, sino mucha gente más que no puedo justificar por escrito, pero que la Historia recordará.
Déjame entrar es una peli de vampiros, pero de las buenas, no de las de chorrera y romanticismo exacerbado, que ya no tenemos 26 años (ejem). Aunque bueno, en realidad, bien mirada, esta película no es más que una mera excusa, un crescendo perfectamente orquestado para justificar una maravilla de escena final que pasará a los mejores recuerdos de todos los que la vean por los siglos de los siglos. Y eso que es una de ésas con niños, y a mí los niños me dan grimita que si no...
También les puedo comentar muchas otras cosas muy guays, no vayan a creerse Vds. que soy un hombre falto de recursos: sale un entrenador mexicano que es un freak de impresión, y una canción de los Secret Service que mola un montón y la hace desear a uno volver a los '80, donde los niños-vampiro campaban a sus anchas. Por desgracia es 2009. Aún.
Otra cosa que también me parece necesario reseñar aunque Vds. no vayan a saber apreciarlo es el asunto de la fotografía; no es sólo que los paisajes de la Suecia nevada sean una maravilla, sino que los juegos de luz aprovechados y retocados son increíbles. Por supuesto, todo esto tiene su contrapunto negativo en la animación en 3 dimensiones usada en una brevísima parte del largometraje, que bien mirada es un pelín chunga, pero vaya, es que son gatitos y es muy difícil hacer un gatito de coña mejor que un gatito de verdad. Hay pocas cosas mejores que un gatito de verdad.
Lo único que me duele realmente de haber visto esta película es haber contribuido con el Capital internacional pagando lo que vale el puñetero cine en estos días, y también haberle jurado y perjurado a unas personas que iría con ellos y al final traicionarles, pero vaya, que uno es humano y errar sienta divino, o no sé qué leches. Iremos a otra, lo prometo. Aunque no sé si será tan buena.
Aunque quizá haya algo peor aún, y es que navegando por Internet, uno descubre cosas tan feas como que Hollywood ya prepara su remake, que probablemente sea como la tiña, que te rascas las costras en la parada del autobús y las miras fijamente (¡ay, si Vds. supieran de dónde viene esta metáfora!); bueno, probablemente no sea así realmente porque ni yo mismo sé lo que he querido decir, pero no me digan que no queda lírico que te cagas. Soy un poeta.
Y hasta aquí esta sarta de cosas inconexas, que me he cansado y además me voy de donde estoy a pastos más verdes donde podré refocilarme en las maravillas de las cuchillas de afeitar y las duchas calientes que relajen mi ser y me hagan olvidarme de tu otro banco, y cada día el de más gente, que contento me tienen. Hasta más ver."
·Eso es todo amigos, por ahora, ah, y gracias por lo del recital¡
Y mucha fuerza para que arteduna salga adelante conmigo dentro¡
sábado, 2 de mayo de 2009
DOS NUEVAS PELICULAS Y RECITAL
rECLAMO LA atención para dos nuevas películas que merecen la molestia de interesarse por ellas, pues las acabo de ver: una es "La boda del monzón", la segunda es "Dejame entrar", todavía en cines. La boda es una de las buenas peliculas hindues que nos muestra la ya sempiterna costumbre de casar a los hombres y mujeres sin previo conocimiento, que aunque para determinados casos de resultado y sea una costumbre antigua, no deja de ser bárbaro e inhumano semejante arreglo para una cultura tan refinada y avanzada en muchas otras cosas. Es de destacar para mi gusto la escena en que la sirvienta Alice se prueba las joyas de sus señoras soltandose ese maravilloso pelo que es su autentica joya, más valiosa que todos los diamantes de la tierra. Un amigo me dijo que le gustó la secuencia en que las mujeres cantan musicas sagradas y el niño amanerado baila al ritmo de las canciones. Se puede conseguir entre las de la colección del periodico "Público". "Dejame entrar" es una pelicula de vampiros sin vampiros al estilo tradicional. En realidad es como una pintura realista sobre parte de la vida de un ser extraño. También podría considerarse una historia de amor entre adolescentes, pero sin clubs de fans que les persigan, como a los de "Crepúsculo", pues no lucen cutis y tienen cierto peligro.
Otra cosa es que me estoy preparando para el ya muy próximo recital y que espero de vuestra benevolencia un trato amable y considerado dado que estoy yo solo y es un trabajo algo arduo leer poemas durante una hora sin parar, sin comentarios, a palo seco. Yo espero que salga bonito, por lo menos Ignacio y yo estamos trabajando para ello. Hasta el viernes.
Otra cosa es que me estoy preparando para el ya muy próximo recital y que espero de vuestra benevolencia un trato amable y considerado dado que estoy yo solo y es un trabajo algo arduo leer poemas durante una hora sin parar, sin comentarios, a palo seco. Yo espero que salga bonito, por lo menos Ignacio y yo estamos trabajando para ello. Hasta el viernes.
miércoles, 29 de abril de 2009
DOS PELICULAS Y UN LAMENTO
He podido comprobar con mis propios ojos la grandeza de dos películas que recomiendo. La primera es "LA amargura del General Yen", que es la historia de un melancólico enamoramiento entre seres de dos culturas condenadas aparentemente a no entenderse. Destaca la actuación de una Barbara sTANWICK jovencisima y la del actor que encarna al general. eS DIFICIL QUE UN DESAMOR POR UNA CASUALIDAD MALENTENDIDA DE LUGAR A UNOS SENTIMIENTOS DE TAL BELLEZA Y ALTURA O BAJURA PAra con uno mismo. La otra película es mucho más moderna. Es "Las invasiones barbaras", película canadiense que afronta la muerte digna y la indignidad de los lugares en los que nos vemos obligados a ser recluidos cuando enfermamos, para supuestamente curarnos. Es una película que no está hecha para el lucimiento de nadie, y en la que nada es gratuito, ni siquiera la yonki que enamoraría a cualquier espectador sensible. Haganse con ellas, pues merecen la pena.
El lamento es porque comienza el taller de teatro y ni Marta ni Marís podran estar por diferentes razones. No hace falta decir que el taller no será igual sin ellas y esperamos que nos hagan el honor y nos den la alegría de hacernos alguna visita de vez en cuando, si sus trabajos, que esperamos vayan viento en popa, lo permiten.
NOTA:
EN la película "Las invasiones barbaras" se dice por su protagonisdta que los conquistadores españoles exterminaron a 150 millones de americanos. Esto ya es dificil puesto que la población de entonces ni reuniendo la de europa y la de las dos américas llegaría a dicha cifra. Todo ello lo hace para resaltar las bondades del siglo XX frente a los diabluras del siglo XVI, y para certificar que todas las barbaridades las sufrieron los americanos, y no los europeos. No discuto las bondades/algunas del siglo XX, pero entre ellas no creo que se encuentre la piedad en las guerras. La mayoría de las muertes de la conquista de américa fueron por propagación de enfermedades, y desde luego no por lanzamiento de bombas atómicas ni de gases mostaza, ni napalm, bombAS DE RACIMO Y ANTIPERSONA,GRANADAS, OBUSES, MISILES DE TODAS LAS CLASES, ARTILLERIA PESADA ETC, Y TODA LA SERIE DE LINDEZAS QUE EL SIGLO xx TRAJO A LA HUMANIDAD, para la mayor consideración y respeto por la persona en las guerras. Quizá la ideología de este personaje de la película tenía algo que ver con sus apreciaciones y era todo nada más que una magnífica puesta en escena Y UNA INTERIORIZACIÓN FABULOSA EN LA MENTE DE UN PROFESOR SEDUCIDO POR LEYENDAS NEGRAS Y MITOS PROAMERICANOS que lindaban con el delirio.
El lamento es porque comienza el taller de teatro y ni Marta ni Marís podran estar por diferentes razones. No hace falta decir que el taller no será igual sin ellas y esperamos que nos hagan el honor y nos den la alegría de hacernos alguna visita de vez en cuando, si sus trabajos, que esperamos vayan viento en popa, lo permiten.
NOTA:
EN la película "Las invasiones barbaras" se dice por su protagonisdta que los conquistadores españoles exterminaron a 150 millones de americanos. Esto ya es dificil puesto que la población de entonces ni reuniendo la de europa y la de las dos américas llegaría a dicha cifra. Todo ello lo hace para resaltar las bondades del siglo XX frente a los diabluras del siglo XVI, y para certificar que todas las barbaridades las sufrieron los americanos, y no los europeos. No discuto las bondades/algunas del siglo XX, pero entre ellas no creo que se encuentre la piedad en las guerras. La mayoría de las muertes de la conquista de américa fueron por propagación de enfermedades, y desde luego no por lanzamiento de bombas atómicas ni de gases mostaza, ni napalm, bombAS DE RACIMO Y ANTIPERSONA,GRANADAS, OBUSES, MISILES DE TODAS LAS CLASES, ARTILLERIA PESADA ETC, Y TODA LA SERIE DE LINDEZAS QUE EL SIGLO xx TRAJO A LA HUMANIDAD, para la mayor consideración y respeto por la persona en las guerras. Quizá la ideología de este personaje de la película tenía algo que ver con sus apreciaciones y era todo nada más que una magnífica puesta en escena Y UNA INTERIORIZACIÓN FABULOSA EN LA MENTE DE UN PROFESOR SEDUCIDO POR LEYENDAS NEGRAS Y MITOS PROAMERICANOS que lindaban con el delirio.
viernes, 17 de abril de 2009
CINE EN ARTEDUNA
Se ha proyectado la película "Eva al desnudo", de Joseph Mankiewitz, con la interpretación estelar de Bette Davis. Es una película extraordinaria que basa toda su fuerza en un guión extraordinario y unos muy buenos dialogos. Destaca el importante papel que juegan los secundarios, como es habitual es las buenas películas americanas. Se da la curiosa coincidencia de unos de los primeros papeles de Marilyn Monroe en un papel que como es lógico es efímero y circunstancial. Pero destaca el que se apodera de la pantalla en cuanto aparece. Bette Davis encontró en un momento ya de caida de su carrera, quizá el papel de su vida.
jueves, 26 de marzo de 2009
ARTEDUNA ES FUTURO
El sistema quiere callar la voz de arteduna, mientras subvenciona tostones extranjeros infumables como Brumaria, niega el pan y la sal a un taller que comete el delito de no estar adscrito a ningun credo político ni ideológico. Pero la vid y el buen sarmiento de la vida QUE ANIDA EN NOSOTROS, COMO DIRIA BLAS DE OTERO, PIDE LA PAZ Y LA PALABRA, Y como dice en otro poema suyo:
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
yo desde aquí animo a Paco a intentar seguir, aunque sea solos con nosotros mismos. A seguir y a vencer a los que nos quieren callar. Callar a una voz que es cristalina y solo quiere y pide la palabra, la pequeña palabra a la que todos tenemos derecho.
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
yo desde aquí animo a Paco a intentar seguir, aunque sea solos con nosotros mismos. A seguir y a vencer a los que nos quieren callar. Callar a una voz que es cristalina y solo quiere y pide la palabra, la pequeña palabra a la que todos tenemos derecho.
miércoles, 4 de marzo de 2009
SI YO TUVIERA A QUIEN QUERER COMO SE QUIEREN DOS
Me hubiera gustado escribir este poema de Miguel.
No sé si es tanto tu luz
Miguel Cazorla
no sé si es tanto tu luz
como la que provocas en mí
no sé si eres tanto tú
como lo que consigo ser yo
cercano a tu aura
esa neblina tal vez inapreciable en lo físico
pero emocionalmente tan nutritiva
esa naturalidad en la acción
que me llevó también a mí a moverme
ese fue mi primer poema
la consciencia de mi pecho
tu naturalidad para dejarlo mostrar
porque los artistas no son los únicos
también como ellos tenemos manos, dedos, piel
también como ellos nos emocionamos
también necesitamos expresar
nuestras dudas, nuestras contradicciones
el escalofrío
y eso nos pertenece
porque como me enseñaste
-aunque tú no me sepas tu alumno-
el arte no está en los artistas
está en las personas
obras de arte en constante movimiento
porque mi poema no es la obra
la obra es mi estómago
el que me mueve
e impulsa cada verso
porque todos mis versos son el mismo
y todos comenzaron con tu luz
No sé si es tanto tu luz
Miguel Cazorla
no sé si es tanto tu luz
como la que provocas en mí
no sé si eres tanto tú
como lo que consigo ser yo
cercano a tu aura
esa neblina tal vez inapreciable en lo físico
pero emocionalmente tan nutritiva
esa naturalidad en la acción
que me llevó también a mí a moverme
ese fue mi primer poema
la consciencia de mi pecho
tu naturalidad para dejarlo mostrar
porque los artistas no son los únicos
también como ellos tenemos manos, dedos, piel
también como ellos nos emocionamos
también necesitamos expresar
nuestras dudas, nuestras contradicciones
el escalofrío
y eso nos pertenece
porque como me enseñaste
-aunque tú no me sepas tu alumno-
el arte no está en los artistas
está en las personas
obras de arte en constante movimiento
porque mi poema no es la obra
la obra es mi estómago
el que me mueve
e impulsa cada verso
porque todos mis versos son el mismo
y todos comenzaron con tu luz
LA MÁS SABIA Y MAESTRA
·ESTE PARA MI NO ES RELATO DE PILAR QUE GUARDADRÍA EN MI CORAZÓN DE ESCRITOR, PERO SI aun SIENDO ASÍ ES BUENISIMO, COMO SERAN LOS MEJORES.
pILAR se refugia detrás de Clarissa Pínkola Estés, o del bolso de Brígida Guzman, pero no por eso deja de ser Pilar, esta vez la máscara, aun siendo máscara, es más Pilar casi que Pilar misma. Y aunque se esconda detrás de una chica insegura y falta de estima propia, como yo, no deja de ser una forma de ser feliz hacer relatos en que somos auténticos heroes o protagonistas de una aventura descacharrante, como ella con su madre. Aunque la felicidad a la que deberíamos tender es aquella que no tiene objeto, estos relatos y poemas de las alumnas de arteduna, son una buena aproximación.
Pánico en el tren por Pilar Navau
El lector tiene ante sí el interior de un vagón de tren. Es un vagón de TALGO, clase preferente, en la línea Madrid-Sevilla y son las once de la mañana de un neblinoso día invernal. En la tercera fila de asientos del lado izquierdo del vagón, junto a la ventanilla, viaja nuestra protagonista, la señorita Brígida Guzmán. La señorita Guzmán es joven, si tenemos en cuenta la esperanza de vida actual y que ella acaba de cumplir treinta años. Es menuda, muy delgada, y de cutis pálido, con un fondo rosáceo. Va ataviada con una americana de lana de color burdeos y un pantalón vaquero azul. En la cabeza lleva un gorrito de terciopelo negro que enmarca su frente despejada y por debajo del cual asoma un cabello rubio, muy rizado, que forma una especie de aureola alrededor de su cuello. Un bolso negro enorme, de grandes asas, se apoya en sus muslos y podemos observar que ella lo sujeta fuertemente y lo aprieta contra su pecho con sus manitas pálidas, a modo de escudo protector. ¿Qué vemos en sus ojos? Son de color verde acaramelado pero en estos momentos parecen casi negros debido a la dilatación de las pupilas. Vemos miedo. Vemos que ella intenta con todas sus fuerzas fijar la mirada en algo, pero no puede. Su mirada vaga a trompicones de un punto a otro del vagón y atraviesa a ciegas el paisaje de chaparros envueltos por la niebla que se ve por la ventana. Con frecuencia una de sus manos -esas manos delgadas, casi etéreas- deja de agarrar el bolso y se pone a acariciar nerviosamente el ala del gorrito, el cuello, los rizos del cabello… Vemos también que su cuerpo muestra signos inequívocos de inquietud: unas veces se mueve y se sienta en el borde del asiento, con la cabeza casi apoyada sobre el respaldo del asiento delantero y otras veces se arrellana hacia atrás y parece parapetarse detrás de su bolso.
Para entender el desasosiego que embarga a la señorita Guzmán debemos dar marcha atrás al reloj unas veinticuatro horas. En la mañana del día anterior se encontraba en la consulta del doctor Saavedra, un competente, experimentado y afectuoso médico especializado en ... Sí, el lector no debe escandalizarse si le decimos que el doctor Saavedra era … psiquiatra. Eso es. Especializado en fobias, además, y con más de treinta años de experiencia profesional a sus espaldas. Aquella mañana el doctor Saavedra y la señorita Guzmán se contemplaban el uno al otro desde sus respectivos lados de la mesa. Él tenía esa mirada extraviada que le era característica y su eterna sonrisa de beatitud. Transmitía una sensación de tal placidez que a uno le daba la impresión de que se acababa de fumar un puro de marihuana. Ella estaba seria, tenía el entrecejo ligeramente arrugado, las comisuras de sus labios curvadas hacia abajo y la mirada asustada de un animal apresado.
-A ver -le decía el doctor Saavedra hablando con lentitud y sin dejar su sonrisa plácida- primero fueron los aviones, ¿no?.
-Sí- musitó la señorita Guzmán bajando la mirada y arrugando más aún el entrecejo.
-Y luego fueron los coches, ¿no es cierto?.
- Bueno –dijo ella levantando la mirada y con un toque de desesperada resignación en su voz- no siempre. Sólo cuando conduzco, conducía mejor dicho, por autopistas y carreteras, no por la ciudad.
-Ya. Y luego … los espacios abiertos.
-Sí –y la señorita Guzmán empezó a sentirse acorralada.
- Y luego … los espacios cerrados.
- Sí –dijo ella con un gesto dramático y la voz temblorosa- Y el metro, y el tren, sobre todo el tren, ya no puedo coger ni el cercanías -Sus ojos verdes se empezaron a humedecer por las lágrimas, ya que no podía evitar sentir en esos momentos una enorme lástima por sí misma.
- Vamos a ver, Brígida –repuso el sonriente doctor Saavedra, con el tono de quien habla con un niño- veamos qué puedo hacer por ti. Si la medicación y las técnicas que te he enseñado no son suficientes –y mientras tanto sacaba la cartera del bolsillo interior de su chaqueta y extraía de ella un sobre doblado por la mitad- … entonces voy a recetarte algo diferente.
Y se puso a escribir una receta y la juntó con el sobre doblado. Metió las dos cosas en un sobre más grande y se lo entregó a Brígida. Ésta lo recibió expectante, especulando acerca de cuál podía ser aquel remedio milagroso, y le dio las gracias al buen doctor. No abrió el sobre hasta que llegó a su casa. Dentro encontró un papel donde, estupefacta, vio que el doctor Saavedra había dibujado, con unos trazos bastante simples, la figura de una niña pequeña con el pelo rizado y, a su lado, separado por un espacio en blanco, un grupo de árboles que parecían formar un bosque. Debajo el médico había escrito lo siguiente:
“Sal al bosque, sal enseguida. Sal al bosque, sal enseguida.
Si no sales al bosque, jamás ocurrirá nada
y tu vida no empezará jamás” *
La señorita Guzmán abrió el sobre doblado por la mitad y encontró lo que una parte de ella intuía que encontraría: un billete de tren, el billete que el doctor Saavedra –como Brígida sabía- compraba una vez al mes para ir a visitar a su hija y sus nietos, la única familia que le quedaba, al sur. El billete era para un Talgo que partía a la mañana siguiente, y ahora era para ella. ¿Qué sentía ella? Sentía que todo aquello –las fobias, el doctor Saavedra, ella misma- le dolía. Todo le dolía y estaba revuelto en su interior. “El doctor Saavedra es un capullo”, le susurraba una voz, “pero el pobre no ha querido cobrarte la visita”, le decía otra. “Esto es chantaje y coacción”, reponía la primera voz, “¿y si todo eso del bosque y la niña significa algo?”, contestaba la segunda voz. Esa noche, al acostarse, Brígida decidió que iba a ir Rita al tren. Pero a la mañana siguiente se encontraba pidiendo un taxi en el portal de su casa.
* * *
Volvamos ahora al tren. Observemos de nuevo a la señorita Guzmán. No cesa de dar muestras de inquietud: se toca el pelo, el cuello, otra vez el pelo, cambia de postura, se vuelve a tocar la garganta … ¿Y su mente?, ¿qué pasa en su mente? Ahora mismo hay un espectáculo en el que un tren pasa por la vía donde han colocado un paquete bomba. El tren salta en mil pedazos. Hay fuego, humo, hierros retorcidos, gritos, los últimos pensamientos de los pasajeros antes de morir calcinados … Aparece una portada de periódico: “Más de cincuenta muertos en un atentado en el Talgo Madrid-Málaga”. Pero ya, en milésimas de segundo, está irrumpiendo otra imagen, otra historia: hay dos trenes que por un despiste del operario encargado del cambio de vías chocan frontalmente y se empotran el uno en el otro, descarrilan, se incendian… y ya ha brotado espontáneamente otra historia más: el tren descarrila por causas desconocidas y se cae por un puente, cae en el vacío mientras los pasajeros chillan. El efecto de todo esto en el cuerpo de la señorita Guzmán es de lo más curioso: su corazón se acelera hasta un límite inimaginable, sus manos chorrean sudor, sus pupilas se dilatan y su visión se vuelve borrosa. Siente que todo el vagón gira a su alrededor y, a la vez, no le llega oxígeno a la nariz, se ahoga … Pero lo peor de todo es su temor a que los demás se den cuenta de lo que le está pasando, que por sus gestos o su conducta sepan que está teniendo un ataque de pánico, y ésa sí que sería una situación embarazosa porque, de común acuerdo, todos la tomarían por loca. Así que se levanta, enarbolando su abrigo y su bolso y casi tira con su ímpetu al señor del asiento de al lado que, cortésmente, se había levantado para dejarla pasar. Ella no se da cuenta de nada. Sólo piensa en llegar al descansillo solitario que está al principio del vagón. Una vez allí, apoya la espalda contra la pared y hurga desesperadamente en su bolso, en busca de la pastilla salvadora. La encuentra y se la mete debajo de la lengua, para que la sustancia entre directamente en el torrente sanguíneo, tal y como el doctor Saavedra le ha explicado. Pero nada. Ya es demasiado tarde. Ya su cuerpo se ha disparado, dentro de él han sonado todas las alarmas y se comporta como si se aproximase a una muerte fulminante. Y la señorita Guzmán no sabe dónde meterse, su agonía aumenta cuando piensa en la gente, en los pasajeros que la van a tomar por loca. Intenta respirar con las técnicas que ha aprendido, intenta secar sus manos, centrar su mirada en un anuncio que hay en la pared. Trata de convencerse de que pronto todo pasará, sólo tiene que aguantar un poco más, un poquito más hasta llegar a Málaga y entonces saldrá del tren y cogerá un taxi y la llevará a un hotel y allí ella se irá derecha a una habitación y se encerrará allí y estará a salvo. “Aguanta, aguanta”, se dice a sí misma. Pero sigue ahogada, siente que se va a desmayar y la posibilidad de que esto ocurra le produce aún más ahogo y más vértigo. Y para colmo de males un señor con bigote sale al descansillo del vagón para fumarse un cigarrillo y la mira con extrañeza. Y unos niños ruidosos pasan corriendo y empujándose en busca de la cafetería. La señorita Guzmán desea correr, correr, correr, salir huyendo. Y en ese mismo instante el tren se detiene. Hay un túnel y otro tren tiene que cederles el paso. Se oye un pitido, un semáforo en la vía se ha puesto en rojo. Y la señorita Guzmán se siente traspasada por aquel pitido. Sólo quiere correr. Así que abre la portezuela del vagón y salta al exterior. El señor del bigote se pone a llamarla, unas personas que la han visto salir desde la ventanilla la llaman también. Pero ella no oye. Ella corre y corre. A través del campo, en la mañana invernal, cruza como un rayo una dehesa poblada por chaparros y encinas, tupida de musgo y hierba verde.
Al cabo de unos diez minutos de carrera desesperada la señorita Guzmán reduce el ritmo de sus piernas y se pone a andar, cada vez más lentamente hasta que al final, debajo de un alcornoque, hinca sus rodillas en el suelo y tira su bolso y su abrigo. Se ha quedado casi sin aliento y el pánico ha ido dejando paso a un sentimiento de desolación. No puede evitar criticarse por haberse portado como se ha portado, siente vergüenza e indignación consigo misma y, a la vez, un dolor profundo y sordo. Y, claro, se echa a llorar como una descosida. Llora y solloza, mientras mira a su alrededor para constatar que no hay nadie. Y, de pronto, el sollozo cesa porque los ojos verdes de la señorita Guzmán se detienen, extrañados, en una sombra negra que surge de la niebla en la cima de la colina, entre los árboles. ¿Qué es eso, un caballo?, se pregunta de pronto la señorita Guzmán, mientras se levanta del suelo y constata que la sombra se ha puesto en movimiento y se dirige hacia ella. En medio del dolor y el desconcierto no se le ocurre otra cosa más que aquello es una especie de demonio que va a devorarla. Y es que, como el lector ya habrá percibido, la imaginación de la señorita Guzmán no tiene límites. Pues bien, ella ya se ha levantado del suelo y mira, atónita, la sombra negra que cabalga hacia ella. En ese momento ya no sufre, no hay dolor ni desesperación. Simplemente sus sentidos observan con atención. Y al cabo de unos segundos su mente ya ha tomado la única decisión posible en semejante tesitura: salir corriendo, porque eso que se acerca no es el demonio, sino un toro de lidia que pastaba tranquilamente por la dehesa cuando la carrera loca y la chaqueta burdeos de la señorita Guzmán disturbaron su paz campestre. Ella corre de nuevo y no es el pánico esta vez el motor de su carrera, sino una zona de su mente extraordinariamente pragmática que intuye los obstáculos antes de que aparezcan y que busca posibles soluciones para salir de semejante atolladero. Y es que la situación de nuestra heroína es realmente desesperada. El toro se acerca cada vez más, exhalando vapor por sus morros e inclinando sus temibles pitones con el indudable fin de arremeter contra su víctima. La señorita Guzmán divisa, entonces, en lo alto de una loma, una encina centenaria. Y esa parte pragmática de su cerebro le aconseja emplearla como tabla de salvación, así que, sin dudar ni un instante, trepa por la encina hasta lo más alto de su copa, a pesar de no haber subido en su vida a una encina y de que sus botines de ciudad no son el calzado más adecuado para este menester. Pero lo consigue. El toro se queda abajo, jadeante y contrariado. Parece darse cuenta de que su provocadora ha quedado fuera de su alcance. Tras trotar varias veces alrededor de la encina se cansa y se aleja. La señorita Guzmán ve con alegría verdadera cómo se marcha su amenaza. Respira por fin y se da cuenta de inmediato de que ha experimentado un cambio. El pánico, el dolor y la humillación han desaparecido y ahora experimenta una especie de sensación…¡de diversión!. Se dice a sí misma que ninguna de las personas “normales” que viajaban en ese tren, que no saben ni que existen los ataques de pánico, tendrá nunca una aventura como aquélla para contársela a sus nietos. Y además, ¡qué caramba!, se siente orgullosa de sí misma. Ha sido capaz de ponerse a salvo. Ha tomado las riendas de su vida, quizá por vez primera. Así que, con la sensación de ser una heroína un tanto excéntrica, saca el teléfono móvil de su chaqueta burdeos y marca el 112. Unos diez minutos más tarde uno de los guardeses del cortijo, pertrechado de dardos sedantes por si el toro regresa y montando un hermoso caballo blanco que contrasta con el verde circundante, llega hasta la encina centenaria y ayuda, muy galantemente, a bajar a la señorita Guzmán. La monta en el caballo, delante de él –como hacen los vaqueros con sus chicas en las películas del oeste-, e inicia el camino hacia el edificio principal del cortijo. La señorita Guzmán podía ver, ahora que la niebla se estaba disipando, un hermoso paisaje en distintas tonalidades de verde y, a lo lejos, unas casitas blanquísimas. Jamás hubiera imaginado que en un espacio abierto como aquél pudiera sentirse tan poco predispuesta a sufrir un ataque de pánico. El sol empezaba a disipar la niebla. Podía oír el gorjeo de los pájaros. Un hombre bastante atractivo rodeaba su cintura. Olía a campo, a aire limpio. Su vida empezaba. Lentamente, se alzaba el telón.
* Clarissa Pinkola Estés
Pilar Navau
pILAR se refugia detrás de Clarissa Pínkola Estés, o del bolso de Brígida Guzman, pero no por eso deja de ser Pilar, esta vez la máscara, aun siendo máscara, es más Pilar casi que Pilar misma. Y aunque se esconda detrás de una chica insegura y falta de estima propia, como yo, no deja de ser una forma de ser feliz hacer relatos en que somos auténticos heroes o protagonistas de una aventura descacharrante, como ella con su madre. Aunque la felicidad a la que deberíamos tender es aquella que no tiene objeto, estos relatos y poemas de las alumnas de arteduna, son una buena aproximación.
Pánico en el tren por Pilar Navau
El lector tiene ante sí el interior de un vagón de tren. Es un vagón de TALGO, clase preferente, en la línea Madrid-Sevilla y son las once de la mañana de un neblinoso día invernal. En la tercera fila de asientos del lado izquierdo del vagón, junto a la ventanilla, viaja nuestra protagonista, la señorita Brígida Guzmán. La señorita Guzmán es joven, si tenemos en cuenta la esperanza de vida actual y que ella acaba de cumplir treinta años. Es menuda, muy delgada, y de cutis pálido, con un fondo rosáceo. Va ataviada con una americana de lana de color burdeos y un pantalón vaquero azul. En la cabeza lleva un gorrito de terciopelo negro que enmarca su frente despejada y por debajo del cual asoma un cabello rubio, muy rizado, que forma una especie de aureola alrededor de su cuello. Un bolso negro enorme, de grandes asas, se apoya en sus muslos y podemos observar que ella lo sujeta fuertemente y lo aprieta contra su pecho con sus manitas pálidas, a modo de escudo protector. ¿Qué vemos en sus ojos? Son de color verde acaramelado pero en estos momentos parecen casi negros debido a la dilatación de las pupilas. Vemos miedo. Vemos que ella intenta con todas sus fuerzas fijar la mirada en algo, pero no puede. Su mirada vaga a trompicones de un punto a otro del vagón y atraviesa a ciegas el paisaje de chaparros envueltos por la niebla que se ve por la ventana. Con frecuencia una de sus manos -esas manos delgadas, casi etéreas- deja de agarrar el bolso y se pone a acariciar nerviosamente el ala del gorrito, el cuello, los rizos del cabello… Vemos también que su cuerpo muestra signos inequívocos de inquietud: unas veces se mueve y se sienta en el borde del asiento, con la cabeza casi apoyada sobre el respaldo del asiento delantero y otras veces se arrellana hacia atrás y parece parapetarse detrás de su bolso.
Para entender el desasosiego que embarga a la señorita Guzmán debemos dar marcha atrás al reloj unas veinticuatro horas. En la mañana del día anterior se encontraba en la consulta del doctor Saavedra, un competente, experimentado y afectuoso médico especializado en ... Sí, el lector no debe escandalizarse si le decimos que el doctor Saavedra era … psiquiatra. Eso es. Especializado en fobias, además, y con más de treinta años de experiencia profesional a sus espaldas. Aquella mañana el doctor Saavedra y la señorita Guzmán se contemplaban el uno al otro desde sus respectivos lados de la mesa. Él tenía esa mirada extraviada que le era característica y su eterna sonrisa de beatitud. Transmitía una sensación de tal placidez que a uno le daba la impresión de que se acababa de fumar un puro de marihuana. Ella estaba seria, tenía el entrecejo ligeramente arrugado, las comisuras de sus labios curvadas hacia abajo y la mirada asustada de un animal apresado.
-A ver -le decía el doctor Saavedra hablando con lentitud y sin dejar su sonrisa plácida- primero fueron los aviones, ¿no?.
-Sí- musitó la señorita Guzmán bajando la mirada y arrugando más aún el entrecejo.
-Y luego fueron los coches, ¿no es cierto?.
- Bueno –dijo ella levantando la mirada y con un toque de desesperada resignación en su voz- no siempre. Sólo cuando conduzco, conducía mejor dicho, por autopistas y carreteras, no por la ciudad.
-Ya. Y luego … los espacios abiertos.
-Sí –y la señorita Guzmán empezó a sentirse acorralada.
- Y luego … los espacios cerrados.
- Sí –dijo ella con un gesto dramático y la voz temblorosa- Y el metro, y el tren, sobre todo el tren, ya no puedo coger ni el cercanías -Sus ojos verdes se empezaron a humedecer por las lágrimas, ya que no podía evitar sentir en esos momentos una enorme lástima por sí misma.
- Vamos a ver, Brígida –repuso el sonriente doctor Saavedra, con el tono de quien habla con un niño- veamos qué puedo hacer por ti. Si la medicación y las técnicas que te he enseñado no son suficientes –y mientras tanto sacaba la cartera del bolsillo interior de su chaqueta y extraía de ella un sobre doblado por la mitad- … entonces voy a recetarte algo diferente.
Y se puso a escribir una receta y la juntó con el sobre doblado. Metió las dos cosas en un sobre más grande y se lo entregó a Brígida. Ésta lo recibió expectante, especulando acerca de cuál podía ser aquel remedio milagroso, y le dio las gracias al buen doctor. No abrió el sobre hasta que llegó a su casa. Dentro encontró un papel donde, estupefacta, vio que el doctor Saavedra había dibujado, con unos trazos bastante simples, la figura de una niña pequeña con el pelo rizado y, a su lado, separado por un espacio en blanco, un grupo de árboles que parecían formar un bosque. Debajo el médico había escrito lo siguiente:
“Sal al bosque, sal enseguida. Sal al bosque, sal enseguida.
Si no sales al bosque, jamás ocurrirá nada
y tu vida no empezará jamás” *
La señorita Guzmán abrió el sobre doblado por la mitad y encontró lo que una parte de ella intuía que encontraría: un billete de tren, el billete que el doctor Saavedra –como Brígida sabía- compraba una vez al mes para ir a visitar a su hija y sus nietos, la única familia que le quedaba, al sur. El billete era para un Talgo que partía a la mañana siguiente, y ahora era para ella. ¿Qué sentía ella? Sentía que todo aquello –las fobias, el doctor Saavedra, ella misma- le dolía. Todo le dolía y estaba revuelto en su interior. “El doctor Saavedra es un capullo”, le susurraba una voz, “pero el pobre no ha querido cobrarte la visita”, le decía otra. “Esto es chantaje y coacción”, reponía la primera voz, “¿y si todo eso del bosque y la niña significa algo?”, contestaba la segunda voz. Esa noche, al acostarse, Brígida decidió que iba a ir Rita al tren. Pero a la mañana siguiente se encontraba pidiendo un taxi en el portal de su casa.
* * *
Volvamos ahora al tren. Observemos de nuevo a la señorita Guzmán. No cesa de dar muestras de inquietud: se toca el pelo, el cuello, otra vez el pelo, cambia de postura, se vuelve a tocar la garganta … ¿Y su mente?, ¿qué pasa en su mente? Ahora mismo hay un espectáculo en el que un tren pasa por la vía donde han colocado un paquete bomba. El tren salta en mil pedazos. Hay fuego, humo, hierros retorcidos, gritos, los últimos pensamientos de los pasajeros antes de morir calcinados … Aparece una portada de periódico: “Más de cincuenta muertos en un atentado en el Talgo Madrid-Málaga”. Pero ya, en milésimas de segundo, está irrumpiendo otra imagen, otra historia: hay dos trenes que por un despiste del operario encargado del cambio de vías chocan frontalmente y se empotran el uno en el otro, descarrilan, se incendian… y ya ha brotado espontáneamente otra historia más: el tren descarrila por causas desconocidas y se cae por un puente, cae en el vacío mientras los pasajeros chillan. El efecto de todo esto en el cuerpo de la señorita Guzmán es de lo más curioso: su corazón se acelera hasta un límite inimaginable, sus manos chorrean sudor, sus pupilas se dilatan y su visión se vuelve borrosa. Siente que todo el vagón gira a su alrededor y, a la vez, no le llega oxígeno a la nariz, se ahoga … Pero lo peor de todo es su temor a que los demás se den cuenta de lo que le está pasando, que por sus gestos o su conducta sepan que está teniendo un ataque de pánico, y ésa sí que sería una situación embarazosa porque, de común acuerdo, todos la tomarían por loca. Así que se levanta, enarbolando su abrigo y su bolso y casi tira con su ímpetu al señor del asiento de al lado que, cortésmente, se había levantado para dejarla pasar. Ella no se da cuenta de nada. Sólo piensa en llegar al descansillo solitario que está al principio del vagón. Una vez allí, apoya la espalda contra la pared y hurga desesperadamente en su bolso, en busca de la pastilla salvadora. La encuentra y se la mete debajo de la lengua, para que la sustancia entre directamente en el torrente sanguíneo, tal y como el doctor Saavedra le ha explicado. Pero nada. Ya es demasiado tarde. Ya su cuerpo se ha disparado, dentro de él han sonado todas las alarmas y se comporta como si se aproximase a una muerte fulminante. Y la señorita Guzmán no sabe dónde meterse, su agonía aumenta cuando piensa en la gente, en los pasajeros que la van a tomar por loca. Intenta respirar con las técnicas que ha aprendido, intenta secar sus manos, centrar su mirada en un anuncio que hay en la pared. Trata de convencerse de que pronto todo pasará, sólo tiene que aguantar un poco más, un poquito más hasta llegar a Málaga y entonces saldrá del tren y cogerá un taxi y la llevará a un hotel y allí ella se irá derecha a una habitación y se encerrará allí y estará a salvo. “Aguanta, aguanta”, se dice a sí misma. Pero sigue ahogada, siente que se va a desmayar y la posibilidad de que esto ocurra le produce aún más ahogo y más vértigo. Y para colmo de males un señor con bigote sale al descansillo del vagón para fumarse un cigarrillo y la mira con extrañeza. Y unos niños ruidosos pasan corriendo y empujándose en busca de la cafetería. La señorita Guzmán desea correr, correr, correr, salir huyendo. Y en ese mismo instante el tren se detiene. Hay un túnel y otro tren tiene que cederles el paso. Se oye un pitido, un semáforo en la vía se ha puesto en rojo. Y la señorita Guzmán se siente traspasada por aquel pitido. Sólo quiere correr. Así que abre la portezuela del vagón y salta al exterior. El señor del bigote se pone a llamarla, unas personas que la han visto salir desde la ventanilla la llaman también. Pero ella no oye. Ella corre y corre. A través del campo, en la mañana invernal, cruza como un rayo una dehesa poblada por chaparros y encinas, tupida de musgo y hierba verde.
Al cabo de unos diez minutos de carrera desesperada la señorita Guzmán reduce el ritmo de sus piernas y se pone a andar, cada vez más lentamente hasta que al final, debajo de un alcornoque, hinca sus rodillas en el suelo y tira su bolso y su abrigo. Se ha quedado casi sin aliento y el pánico ha ido dejando paso a un sentimiento de desolación. No puede evitar criticarse por haberse portado como se ha portado, siente vergüenza e indignación consigo misma y, a la vez, un dolor profundo y sordo. Y, claro, se echa a llorar como una descosida. Llora y solloza, mientras mira a su alrededor para constatar que no hay nadie. Y, de pronto, el sollozo cesa porque los ojos verdes de la señorita Guzmán se detienen, extrañados, en una sombra negra que surge de la niebla en la cima de la colina, entre los árboles. ¿Qué es eso, un caballo?, se pregunta de pronto la señorita Guzmán, mientras se levanta del suelo y constata que la sombra se ha puesto en movimiento y se dirige hacia ella. En medio del dolor y el desconcierto no se le ocurre otra cosa más que aquello es una especie de demonio que va a devorarla. Y es que, como el lector ya habrá percibido, la imaginación de la señorita Guzmán no tiene límites. Pues bien, ella ya se ha levantado del suelo y mira, atónita, la sombra negra que cabalga hacia ella. En ese momento ya no sufre, no hay dolor ni desesperación. Simplemente sus sentidos observan con atención. Y al cabo de unos segundos su mente ya ha tomado la única decisión posible en semejante tesitura: salir corriendo, porque eso que se acerca no es el demonio, sino un toro de lidia que pastaba tranquilamente por la dehesa cuando la carrera loca y la chaqueta burdeos de la señorita Guzmán disturbaron su paz campestre. Ella corre de nuevo y no es el pánico esta vez el motor de su carrera, sino una zona de su mente extraordinariamente pragmática que intuye los obstáculos antes de que aparezcan y que busca posibles soluciones para salir de semejante atolladero. Y es que la situación de nuestra heroína es realmente desesperada. El toro se acerca cada vez más, exhalando vapor por sus morros e inclinando sus temibles pitones con el indudable fin de arremeter contra su víctima. La señorita Guzmán divisa, entonces, en lo alto de una loma, una encina centenaria. Y esa parte pragmática de su cerebro le aconseja emplearla como tabla de salvación, así que, sin dudar ni un instante, trepa por la encina hasta lo más alto de su copa, a pesar de no haber subido en su vida a una encina y de que sus botines de ciudad no son el calzado más adecuado para este menester. Pero lo consigue. El toro se queda abajo, jadeante y contrariado. Parece darse cuenta de que su provocadora ha quedado fuera de su alcance. Tras trotar varias veces alrededor de la encina se cansa y se aleja. La señorita Guzmán ve con alegría verdadera cómo se marcha su amenaza. Respira por fin y se da cuenta de inmediato de que ha experimentado un cambio. El pánico, el dolor y la humillación han desaparecido y ahora experimenta una especie de sensación…¡de diversión!. Se dice a sí misma que ninguna de las personas “normales” que viajaban en ese tren, que no saben ni que existen los ataques de pánico, tendrá nunca una aventura como aquélla para contársela a sus nietos. Y además, ¡qué caramba!, se siente orgullosa de sí misma. Ha sido capaz de ponerse a salvo. Ha tomado las riendas de su vida, quizá por vez primera. Así que, con la sensación de ser una heroína un tanto excéntrica, saca el teléfono móvil de su chaqueta burdeos y marca el 112. Unos diez minutos más tarde uno de los guardeses del cortijo, pertrechado de dardos sedantes por si el toro regresa y montando un hermoso caballo blanco que contrasta con el verde circundante, llega hasta la encina centenaria y ayuda, muy galantemente, a bajar a la señorita Guzmán. La monta en el caballo, delante de él –como hacen los vaqueros con sus chicas en las películas del oeste-, e inicia el camino hacia el edificio principal del cortijo. La señorita Guzmán podía ver, ahora que la niebla se estaba disipando, un hermoso paisaje en distintas tonalidades de verde y, a lo lejos, unas casitas blanquísimas. Jamás hubiera imaginado que en un espacio abierto como aquél pudiera sentirse tan poco predispuesta a sufrir un ataque de pánico. El sol empezaba a disipar la niebla. Podía oír el gorjeo de los pájaros. Un hombre bastante atractivo rodeaba su cintura. Olía a campo, a aire limpio. Su vida empezaba. Lentamente, se alzaba el telón.
* Clarissa Pinkola Estés
Pilar Navau
martes, 3 de marzo de 2009
UNA ESCRITORA DE RAZA y CON CIENCIA
A algunos nos gustaría ser el chico del perfume, pero ese será un deseo que solo podremos disfrutar en sueños mientras leemos este relato de Maris.
El chico del perfume por Marís Fernández de Soto
Ayer soñé. Soñé algo raro. Algo muy real, que sé positivamente que nunca ha ocurrido y sin embargo forma parte de mis recuerdos más intensos. Soñé que de camino al trabajo me dormía en el metro y al despertar no reconocía el vagón en el que estaba ni las estaciones por las que viajaba. El resto de los viajeros eran chinos o de rasgos asiáticos y yo, no entendía qué estaba pasando. Y me asustaba. Quería despertar pero no podía, me pegaba en las piernas, me pellizcaba las mejillas pero el vagón era real y las personas de rasgos asiáticos también. Un chino muy guapo, de esos que se ven en los anuncios de perfumes, todo trajeado pero informal, me dijo que estaba en la estación de Admiralty y me preguntó que a dónde iba. No lo sé. Respondí inquieta. No sé ni dónde estoy, murmuré. Entonces se rió y dijo: en Hong Kong, cómo no lo vas a saber. Miré el reloj y pensé que llegaría tarde a trabajar, eran las 9:10. ¿Se te ha parado el reloj?, me preguntó. No, contesté desconfiando de tanta intromisión. Es que son las 15:10, me dijo enseñándome la esfera del suyo. Me quedé pensativa sin saber qué hacer. Evidentemente ya no llegaba al trabajo, me debía de haber quedado dormida varias horas. Habrán estado toda la mañana preguntándose que dónde me he metido. Miré mi móvil por si tenía alguna llamada perdida pero a pesar de que tenía cobertura no tenía ningún mensaje. Yensuang, que así se llamaba el chico guapo del perfume, me dijo que me bajara con él en la estación de Central, y desde allí, él me podría indicar cualquier dirección hacia la que quisiera dirigirme. “Coge el viejo tranvía”, me sugirió alegremente según salíamos del metro. “El Tranvía del Pico’; es lo que hacen todos los turistas”. Miré a la derecha y vi unas taquillas donde ponía: ‘Tramp to The Peak’ y debajo, había expuestas varias fotos de una ciudad que aunque, no me detuve a observar bien, parecía Nueva York. Creí que me tomaba el pelo y sin mirarle le dije: no me interesa. Pero él insistió: te va a gustar; desde arriba hay unas vistas preciosas. Creo que ni siquiera escuché lo que dijo pues en ese momento caí perpleja en el paisaje que se erguía a mí alrededor: una ciudad llena de rascacielos completamente ajena a mí. Y me entraron convulsiones y sudores fríos. Cogí inmediatamente el móvil y llamé a mi madre: ¡Hola hija, qué tal por Hong Kong…! Colgué tan rápido como pude sin pronunciar una sola frase, el corazón me latía con tanta fuerza que pensaba que me iba a estallar. Yo no estaba, ni quería estar, en ningún sitio raro ¡Yo no estoy en Hong Kong! ¡No he venido a Hong Kong y no quiero estar en Hong Kong!
Toma, me dijo el guapo del perfume, he sacado dos tickets para subir en el tranvía hasta el Pico y... ¡Déjame en paz! Le grité con todas mis fuerzas sin dejarle acabar la frase… Me eché a llorar. Tiene que ser un sueño. Tiene que serlo. No puede ser otra cosa, yo no estoy en Hong Kong, tendría que estar ahora mismo en el trabajo llamando a mis proveedores y sin embargo llamo a mi madre y resulta que… Cógelos, me dice Yensuang, y si lo prefieres ve tú sola, yo no quiero molestar... Casi doblaba la esquina cuando le llamé. ¡Espera! Le rogué, pero siguió caminando. Intenté subir la voz para que me oyera. Y a la segunda llamada se volvió.
Las vistas, como él dijo, eran increíbles. Corría un viento fuerte que sofocaba un poco el calor y resultaba sumamente agradable. En mi ignorancia, desconocía por completo que la isla de Hong Kong tuviera tantos rascacielos tipo Nueva York. Desde esa altura daban ganas de tirarse y volar por encima de todos ellos contemplando la ciudad. La que tienes en frente es la península de Kawloon, y a nuestra izquierda, aunque desde aquí no se ve, está la isla de Lantau donde está el buda Tian Tan, que en su día fue el buda más grande del mundo. Y por allí, dijo señalando el horizonte, está Macao, la excolonia portuguesa con sus casinos y casitas coloniales. Deberías ir a visitar Macao, es una isla muy interesante, dijo con convicción. Sí debe de serlo, pensé, pero no sé ni qué pinto en Hong Kong, como para irme a esa otra isla portuguesa. Nos quedamos contemplando las vistas en silencio durante un rato, hasta que Yensuang sugirió volver, pero no utilizando otra vez el tranvía, sino paseando por el camino del bosque. Accedí. Ya todo me daba igual.
Bajamos despacio, sin hablar, contemplando el follaje, disfrutando del entorno; había árboles gruesos y altos con troncos reverdecidos de tanta humedad, parecía un bosque encantado. Pero era extraño caminar entre esa naturaleza agreste sabiendo que al final te esperaba una ciudad de punzantes rascacielos. “¿Qué quieres hacer ahora?” Me preguntó. “Irme a casa”. “¿Y dónde vives?” “En Madrid, ¿sabes dónde está?”. “Claro, todo el mundo sabe donde está el Prado o el Bernabeo.” “Bernabeu”, le corregí. Hubo un silencio. “¿Sabrías cómo hacerme llegar hasta allí?”. “Cogiendo un avión”, me respondió. No era la respuesta que yo esperaba. Yo esperaba que se mirara sus bambas de cuadritos negros y rosas, y con dos golpecitos de talón me hiciera llegar por arte de magia a España. “Si quieres…”, dijo con tristeza, “…te acompaño al aeropuerto. Lo mejor es coger el metro; la línea del Airport Express. Estaremos en el aeropuerto en 40 minutos”.
Según descendíamos por las escaleras mecánicas que conducían al andén del Airport Exress, me llamó la atención que las paredes estuvieran llenas de carteles enmarcados con anuncios de todo tipo, muy parecidos a esos que hay en el metro de Londres sobre musicales, teatros, bancos, restaurantes…, pero aquí estaban escritos en caracteres chinos, y para unos ojos occidentales, llamaban mucho más la atención, luego además, en la megafonía, se oía el famoso ‘mind the gap’ con la misma entonación e incluso la misma frecuencia de voz, diría yo, que en Londres. “No es de extrañar”, me dijo Yensuang indiferente”, “es otro de los muchos legados británicos, la primera línea de metro la abrieron ellos en 1979, desde entonces el metro ha crecido mucho”.
Una vez en el Airport Express, me fijé en que en la parte de arriba del vagón, había una línea azul electrónica que se iba trazando según el tren avanzaba por las estaciones, indicando el lugar en el que exactamente nos encontrábamos en cada momento. Yo no le quitaba ojo. Estaba intranquila, y aunque mi pesadilla parecía que se acercaba a su fin, no me fiaba, y quería saber, a cada momento, dónde me encontraba y cuánto faltaba para llegar al aeropuerto. “No te va a servir de nada que mires ahí”, me dijo Yensuang. “¿Porqué?”, contesté escéptica. Pero rápidamente abandoné mi escepticismo cuando me preguntó si en los 30 minutos que llevábamos de trayecto me había enterado a caso de que habíamos cruzado dos veces el mar. ¡El mar!, ¡dos veces! dije sorprendida. Sí, dos veces. Me quedé sin palabras, y reconocí que realmente me encontraba fuera de todo control temporal y geográfico de mí misma. ¡Dios mío!, me alerté de repente, ¿en qué año estaremos?, me dio por pensar, pero estaba tan cansada y me daba tanto miedo la respuesta, que entre que me decidía, o no, a hacer la pregunta, me quedé dormida. Al despertar, no estaba Yensuang, ni el Airport Express, ni las caras con rasgos asiáticos, sino más bien ibéricos e inconfundiblemente familiares. Estaba en mi línea 10 llegando a mi estación de Plaza de Castilla donde me bajo cada mañana para llegar a mi oficina. Llegaba tarde, sí, llegaba diez minutos tarde, pues eran las 9:10. Definitivamente me debí de quedar dormida en el trayecto, pero no durante horas sino durante…, un rato, largo…, me imagino… Sí, lo suficiente como para poder haber urdido tan extravagante sueño.
Caminé aliviada y decidida desde la boca de metro hasta mi oficina, iba pensando en mi estrambótico sueño cuando de repente me paré en seco. Me quedé boquiabierta ante un panel de anuncio donde aparecía un chico muy guapo de rasgos asiáticos anunciando el último perfume de Yves Saint Laurent: era, sin duda alguna, Yensuang.
Al llegar a la oficina tras quince días de vacaciones, todos me preguntaron que qué tal: “¿qué tal en Hong Kong…?”. ¡Yo no he estado en Hong Kong! estuve apunto de decir. Pero me callé. ¿Había metido en mis sueños al chico guapo del perfume?, ¿o había conocido en Hong Kong al chico de mis sueños?
El chico del perfume por Marís Fernández de Soto
Ayer soñé. Soñé algo raro. Algo muy real, que sé positivamente que nunca ha ocurrido y sin embargo forma parte de mis recuerdos más intensos. Soñé que de camino al trabajo me dormía en el metro y al despertar no reconocía el vagón en el que estaba ni las estaciones por las que viajaba. El resto de los viajeros eran chinos o de rasgos asiáticos y yo, no entendía qué estaba pasando. Y me asustaba. Quería despertar pero no podía, me pegaba en las piernas, me pellizcaba las mejillas pero el vagón era real y las personas de rasgos asiáticos también. Un chino muy guapo, de esos que se ven en los anuncios de perfumes, todo trajeado pero informal, me dijo que estaba en la estación de Admiralty y me preguntó que a dónde iba. No lo sé. Respondí inquieta. No sé ni dónde estoy, murmuré. Entonces se rió y dijo: en Hong Kong, cómo no lo vas a saber. Miré el reloj y pensé que llegaría tarde a trabajar, eran las 9:10. ¿Se te ha parado el reloj?, me preguntó. No, contesté desconfiando de tanta intromisión. Es que son las 15:10, me dijo enseñándome la esfera del suyo. Me quedé pensativa sin saber qué hacer. Evidentemente ya no llegaba al trabajo, me debía de haber quedado dormida varias horas. Habrán estado toda la mañana preguntándose que dónde me he metido. Miré mi móvil por si tenía alguna llamada perdida pero a pesar de que tenía cobertura no tenía ningún mensaje. Yensuang, que así se llamaba el chico guapo del perfume, me dijo que me bajara con él en la estación de Central, y desde allí, él me podría indicar cualquier dirección hacia la que quisiera dirigirme. “Coge el viejo tranvía”, me sugirió alegremente según salíamos del metro. “El Tranvía del Pico’; es lo que hacen todos los turistas”. Miré a la derecha y vi unas taquillas donde ponía: ‘Tramp to The Peak’ y debajo, había expuestas varias fotos de una ciudad que aunque, no me detuve a observar bien, parecía Nueva York. Creí que me tomaba el pelo y sin mirarle le dije: no me interesa. Pero él insistió: te va a gustar; desde arriba hay unas vistas preciosas. Creo que ni siquiera escuché lo que dijo pues en ese momento caí perpleja en el paisaje que se erguía a mí alrededor: una ciudad llena de rascacielos completamente ajena a mí. Y me entraron convulsiones y sudores fríos. Cogí inmediatamente el móvil y llamé a mi madre: ¡Hola hija, qué tal por Hong Kong…! Colgué tan rápido como pude sin pronunciar una sola frase, el corazón me latía con tanta fuerza que pensaba que me iba a estallar. Yo no estaba, ni quería estar, en ningún sitio raro ¡Yo no estoy en Hong Kong! ¡No he venido a Hong Kong y no quiero estar en Hong Kong!
Toma, me dijo el guapo del perfume, he sacado dos tickets para subir en el tranvía hasta el Pico y... ¡Déjame en paz! Le grité con todas mis fuerzas sin dejarle acabar la frase… Me eché a llorar. Tiene que ser un sueño. Tiene que serlo. No puede ser otra cosa, yo no estoy en Hong Kong, tendría que estar ahora mismo en el trabajo llamando a mis proveedores y sin embargo llamo a mi madre y resulta que… Cógelos, me dice Yensuang, y si lo prefieres ve tú sola, yo no quiero molestar... Casi doblaba la esquina cuando le llamé. ¡Espera! Le rogué, pero siguió caminando. Intenté subir la voz para que me oyera. Y a la segunda llamada se volvió.
Las vistas, como él dijo, eran increíbles. Corría un viento fuerte que sofocaba un poco el calor y resultaba sumamente agradable. En mi ignorancia, desconocía por completo que la isla de Hong Kong tuviera tantos rascacielos tipo Nueva York. Desde esa altura daban ganas de tirarse y volar por encima de todos ellos contemplando la ciudad. La que tienes en frente es la península de Kawloon, y a nuestra izquierda, aunque desde aquí no se ve, está la isla de Lantau donde está el buda Tian Tan, que en su día fue el buda más grande del mundo. Y por allí, dijo señalando el horizonte, está Macao, la excolonia portuguesa con sus casinos y casitas coloniales. Deberías ir a visitar Macao, es una isla muy interesante, dijo con convicción. Sí debe de serlo, pensé, pero no sé ni qué pinto en Hong Kong, como para irme a esa otra isla portuguesa. Nos quedamos contemplando las vistas en silencio durante un rato, hasta que Yensuang sugirió volver, pero no utilizando otra vez el tranvía, sino paseando por el camino del bosque. Accedí. Ya todo me daba igual.
Bajamos despacio, sin hablar, contemplando el follaje, disfrutando del entorno; había árboles gruesos y altos con troncos reverdecidos de tanta humedad, parecía un bosque encantado. Pero era extraño caminar entre esa naturaleza agreste sabiendo que al final te esperaba una ciudad de punzantes rascacielos. “¿Qué quieres hacer ahora?” Me preguntó. “Irme a casa”. “¿Y dónde vives?” “En Madrid, ¿sabes dónde está?”. “Claro, todo el mundo sabe donde está el Prado o el Bernabeo.” “Bernabeu”, le corregí. Hubo un silencio. “¿Sabrías cómo hacerme llegar hasta allí?”. “Cogiendo un avión”, me respondió. No era la respuesta que yo esperaba. Yo esperaba que se mirara sus bambas de cuadritos negros y rosas, y con dos golpecitos de talón me hiciera llegar por arte de magia a España. “Si quieres…”, dijo con tristeza, “…te acompaño al aeropuerto. Lo mejor es coger el metro; la línea del Airport Express. Estaremos en el aeropuerto en 40 minutos”.
Según descendíamos por las escaleras mecánicas que conducían al andén del Airport Exress, me llamó la atención que las paredes estuvieran llenas de carteles enmarcados con anuncios de todo tipo, muy parecidos a esos que hay en el metro de Londres sobre musicales, teatros, bancos, restaurantes…, pero aquí estaban escritos en caracteres chinos, y para unos ojos occidentales, llamaban mucho más la atención, luego además, en la megafonía, se oía el famoso ‘mind the gap’ con la misma entonación e incluso la misma frecuencia de voz, diría yo, que en Londres. “No es de extrañar”, me dijo Yensuang indiferente”, “es otro de los muchos legados británicos, la primera línea de metro la abrieron ellos en 1979, desde entonces el metro ha crecido mucho”.
Una vez en el Airport Express, me fijé en que en la parte de arriba del vagón, había una línea azul electrónica que se iba trazando según el tren avanzaba por las estaciones, indicando el lugar en el que exactamente nos encontrábamos en cada momento. Yo no le quitaba ojo. Estaba intranquila, y aunque mi pesadilla parecía que se acercaba a su fin, no me fiaba, y quería saber, a cada momento, dónde me encontraba y cuánto faltaba para llegar al aeropuerto. “No te va a servir de nada que mires ahí”, me dijo Yensuang. “¿Porqué?”, contesté escéptica. Pero rápidamente abandoné mi escepticismo cuando me preguntó si en los 30 minutos que llevábamos de trayecto me había enterado a caso de que habíamos cruzado dos veces el mar. ¡El mar!, ¡dos veces! dije sorprendida. Sí, dos veces. Me quedé sin palabras, y reconocí que realmente me encontraba fuera de todo control temporal y geográfico de mí misma. ¡Dios mío!, me alerté de repente, ¿en qué año estaremos?, me dio por pensar, pero estaba tan cansada y me daba tanto miedo la respuesta, que entre que me decidía, o no, a hacer la pregunta, me quedé dormida. Al despertar, no estaba Yensuang, ni el Airport Express, ni las caras con rasgos asiáticos, sino más bien ibéricos e inconfundiblemente familiares. Estaba en mi línea 10 llegando a mi estación de Plaza de Castilla donde me bajo cada mañana para llegar a mi oficina. Llegaba tarde, sí, llegaba diez minutos tarde, pues eran las 9:10. Definitivamente me debí de quedar dormida en el trayecto, pero no durante horas sino durante…, un rato, largo…, me imagino… Sí, lo suficiente como para poder haber urdido tan extravagante sueño.
Caminé aliviada y decidida desde la boca de metro hasta mi oficina, iba pensando en mi estrambótico sueño cuando de repente me paré en seco. Me quedé boquiabierta ante un panel de anuncio donde aparecía un chico muy guapo de rasgos asiáticos anunciando el último perfume de Yves Saint Laurent: era, sin duda alguna, Yensuang.
Al llegar a la oficina tras quince días de vacaciones, todos me preguntaron que qué tal: “¿qué tal en Hong Kong…?”. ¡Yo no he estado en Hong Kong! estuve apunto de decir. Pero me callé. ¿Había metido en mis sueños al chico guapo del perfume?, ¿o había conocido en Hong Kong al chico de mis sueños?
CADA DIA UN MUNDO DIFERENTE
QUe cada día nos aliente con un papel en blanco y que nunca nos abandonen las ganas de escribir, de soñar, de sentir, que cada día cerremos el camino a las espinas, que es como interpreto yo el final de este poema de Marta.
Ella
Ella, la que nunca se va
La que teje sin hilos las rosas del silencio
La que añora, la que asiente
La que nunca esculpe sus lágrimas de barro.
Ella, la que abarca los astros desde sus ojos,
sin alargar los dedos.
que amansa, que cierra
que galopa sobre el rostro encendido
cuando ya no quedan luces
e inclina los brazos hasta el pozo para regresar
con manos blandas de agua y escarcha.
Traedme su voz dulce, sus lágrimas.
Pienso en ti
Cuando ya no quedan lugares que recorrer sin esfuerzo
En tus marcas, que escondiste al mundo
En tus dudas, en tu sueño frágil.
Es tan efímero el aire hoy, como siempre
Y tan cerca, nuestras gargantas
Gritan, para alcanzar el lado opuesto de las sombras.
Tus marcas, tus dudas, están a salvo conmigo
En este mundo que hoy, cierro a las espinas
Y que ella, sea la ella que sea, la alegria, la voluntad, la intuición, la paciencia o la mujer o persona de nuestros sueños, nos encamine y ayude a encontrar la senda.
Ella
Ella, la que nunca se va
La que teje sin hilos las rosas del silencio
La que añora, la que asiente
La que nunca esculpe sus lágrimas de barro.
Ella, la que abarca los astros desde sus ojos,
sin alargar los dedos.
que amansa, que cierra
que galopa sobre el rostro encendido
cuando ya no quedan luces
e inclina los brazos hasta el pozo para regresar
con manos blandas de agua y escarcha.
Traedme su voz dulce, sus lágrimas.
Pienso en ti
Cuando ya no quedan lugares que recorrer sin esfuerzo
En tus marcas, que escondiste al mundo
En tus dudas, en tu sueño frágil.
Es tan efímero el aire hoy, como siempre
Y tan cerca, nuestras gargantas
Gritan, para alcanzar el lado opuesto de las sombras.
Tus marcas, tus dudas, están a salvo conmigo
En este mundo que hoy, cierro a las espinas
Y que ella, sea la ella que sea, la alegria, la voluntad, la intuición, la paciencia o la mujer o persona de nuestros sueños, nos encamine y ayude a encontrar la senda.
sábado, 28 de febrero de 2009
UN RECUERDO DE AMIGO ahora que todo parece volver a estar EN SU SITIO
Un recuerdo a la lectura-recital que compartimos aquel día, y a uno de los poemas suyos que más quiero, aunque no sea el mejor, que no lo sé, es muy cercano.
Todo volverá a estar en su sitio,
de Marta Muñoz.
Y todo, volverá a estar en su sitio
La higuera, creciendo lenta, como cada verano
La tierra mullida del jardín y la pared de musgo
Remedios, que vendrá para endulzar su vejez con nosotros
Y que nunca sabrá cuanto bien me hacen
Su infinita calma y su voz de sol
El viento, resbalando en mi pelo al caer la tarde
Y esa sensación de conocer el horizonte sin abrir los ojos.
Todo estará en su sitio
Cuando otra vez la lluvia de estrellas
Me sorprenda en la misma hamaca
Con los pies desnudos de sueños y el corazón humedecido
Y el ladrido de Zoe, al despertarme
Como un presagio de día claro sobre mi piel aún dormida
Y la risa de mi hermana...
Su risa, frivolizando el vértigo
De sentirnos los mismos, a pesar del tiempo
De ser los mismos solos frente a la vida
Que nos ha visto sacudirnos las mareas y empezar de nuevo
Para seguir, con el único aliento inquebrantable de permanecer iguales
Aunque todo cambie de lugar
Sé que todo volverá a estar en su sitio
Dentro y fuera de mis variables contornos
Porque así ha sido siempre
Mi mirada sobre el papel, y mis ganas de escribir
Todo volverá a estar en su sitio,
de Marta Muñoz.
Y todo, volverá a estar en su sitio
La higuera, creciendo lenta, como cada verano
La tierra mullida del jardín y la pared de musgo
Remedios, que vendrá para endulzar su vejez con nosotros
Y que nunca sabrá cuanto bien me hacen
Su infinita calma y su voz de sol
El viento, resbalando en mi pelo al caer la tarde
Y esa sensación de conocer el horizonte sin abrir los ojos.
Todo estará en su sitio
Cuando otra vez la lluvia de estrellas
Me sorprenda en la misma hamaca
Con los pies desnudos de sueños y el corazón humedecido
Y el ladrido de Zoe, al despertarme
Como un presagio de día claro sobre mi piel aún dormida
Y la risa de mi hermana...
Su risa, frivolizando el vértigo
De sentirnos los mismos, a pesar del tiempo
De ser los mismos solos frente a la vida
Que nos ha visto sacudirnos las mareas y empezar de nuevo
Para seguir, con el único aliento inquebrantable de permanecer iguales
Aunque todo cambie de lugar
Sé que todo volverá a estar en su sitio
Dentro y fuera de mis variables contornos
Porque así ha sido siempre
Mi mirada sobre el papel, y mis ganas de escribir
LOS CUENTOS MAS BREVES DEL MUNDO; DE ESOPO A KAFKA
Éste libro se presentó ayer y lo recomiendo como punto de apoyo para el aprendizaje en la escritura de cuentos breves. Detrás de todo gramn escritor, suele haber un gran lector, aunque haya excepciones. Se puede encontrar en el centro de Arteduna en Campomanes 6, 5 dcha. Cuentos que van, desde la visión a través de la naturaleza y la fabula de los relatos esópicos, hasta la rareza genial de los cuentos de KAFKA, pasando por toda la tradición anglosajona y europea del relato. Que lo disfrute quien lo compre, y le aproveche de verdad.
TAÑIDOS DE SENSIBILIDAD PERFUMANDA POR EL RECUERDO
Este relato de Antonio Sanchez Diego es una muestra de su sensibilidad, es la señal de que quizá la civilización pudo algun día nacer en su casa de occidente, antes que en ningun sitio. Pongamos que hablo de Salamanca, la Roma de Castilla. La capital vettona de los prehistóricos señores del ganado.
Tañidos de campana por Antonio Manuel Sánchez Diego
No dejes pasar el momento fugaz, en que palpita la existencia en un instante, en que sientes tu cuerpo y no añoras nada, porque estás consciente. Yérguete a la cima del camino y párate, verás el horizonte teñido de tiempo, de un tiempo presente. El horizonte no tiene color definido, solo tiempo que no pasa; no hay final en él, solo un destino incierto, atractivo y desafiante. Quien lo mira, trata de descifrar sus entrañas, su densidad y espesura que no deja ver el final. Pero ese es el precio de su belleza que, como todo lo bello, se acerca para que te asombres, zarandeándote con la suavidad de unas aguas estancadas. Déjate zarandear por su inmensidad que es única, como todo aquello que resplandece callada y majestuosamente en el recuerdo.
Aquel día, estaba yo tomando una copa de vino tinto en una cafetería, mis manos la tenían cogida por el pie estilizado que sale de su base, haciéndola girar en una y otra dirección, al tiempo que miraba atentamente su contenido color nazareno. Observaba la corona que forma la superficie del preciado brebaje junto al cristal en su parte interior y buscaba inconscientemente a través de su transparencia el fondo de la misma. En este preciso instante percibí su olor, era un olor penetrante y agradable que estuve saboreando un buen rato. Luego me fui dando cuenta de que ese olor me iba descubriendo algo que no acertaba a comprender y a base de pensar que me estaba ocurriendo, vino a mi memoria un recuerdo de mi niñez. El olor había despertado mi memoria.: Yo era un niño que no había llegado aún a la adolescencia cuando me enseñaron en mi casa a graduar el vino que llegaba a nuestros almacenes procedentes de otras bodegas. Era un voto de confianza que, a mi personalmente, me daba seguridad. Y me aplique a tal tarea con tanta disciplina que llegué a poder discernir lo que era mejor y lo que no lo era tanto. Aprendí a oler el interior de las cubas para saber su estado y a mirar a través del cristal de los vasos la transparencia de los diferentes colores. Aprendí a graduar el vino y creo yo que algo mas que el vino que solo olía y miraba. Yo creo que aprendí a discernir el vino y a disfrutar de otras cosas, como por ejemplo la del silencio que provocaban los catadores a la hora de la prueba.
El olor de la copa de vino que estaba mirando en este momento, estaba produciendo en mi una transformación. Sonó tan intensamente dentro de mi el eco interior que, el silencio de fuera me parecía un estruendo. Inmóvil, casi imperceptible a mis movimientos, me puse a escuchar el sonido intangible de mis sensaciones. No quería salir de él, no quería volver atrás, no quería la diversidad, solo deseaba, si es que podía, el vacío insoslayable de la unidad.
Escuché con atención, escuché una y otra vez la vibración interior y siempre aparecía el olor embriagador de la verdad lejana. Pero, sabiéndome aún no consciente de ella, escudriñe por el camino de la silenciosa soledad por si podía discernir alguna claridad. Y así me aparecieron imágenes de aquellos tiempos, imágenes encantadoras e inolvidables, como las del anciano que me visitaba casi todas las tardes a tomarse en mi compañía un vaso de vino que yo le regalaba a cambio de su compañía. Algo inclinado por la leve cojera que le obligaba a llevar bastón, transmitía a través de su mirada la sabiduría de los años vividos. Sus ojos llorosos contenían lágrimas en sus párpados que los convertían en claros y serenos. Yo recuerdo su mirada en este momento como si fuera ayer, por su autenticidad, por su elegancia, por su aceptación, y digo aceptación porque nunca le vi caer las lagrimas que se mantenían en equilibrio con su vida. Tantas otras imágenes se sucedían cada vez que percibía el olor, si bien persistía la del anciano.
Giré la copa con fuerza suficiente cómo para que el vino adquiriese un movimiento circular y de vaivén que, le hacía subir y bajar de una parte a otra cómo si se tratara de una ola. Me quedé mirando la oscilación del movimiento que no cesaba pero, al disminuir su inercia, lo hacía de tal manera que creó un ritmo de sosiego creciente en mi, conforme iba consiguiendo su forma plana de equilibrio. Cuando lo consiguió, me quedé estático, mirando al fondo de la copa a través de la superficie. Yo, había conseguido también un equilibrio a través del vino y su color. Volví a ver al anciano sentado en una cuba junto a mi, nos separaba un vaso de vino al que le faltaban algunos sorbos. La cuba, no era grande, lo que permitía sentarnos con una determinada comodidad. El tapón de corcho que cerraba la boca, sobresalía un poco y él lo tocó con un dedo en una zona especialmente manchada de vino que, se llevó a la nariz para expresar una sonrisa de aprobación.. No dijo nada, solo una sonrisa esbozaron sus labios, inundándole la cara de alegría. Yo, me sonreí también y le acerqué el vaso de vino, invitándole a beber. El lo cogió con sus manos temblorosas y tomó un sorbo, después de haberlo olido. Era la conversación de un niño y un anciano en una bodega, una conversación callada pero, llena de contenido. Aquel lugar, iba a marcar en mi, un antes y un después : El olor del vino, la conversación silenciosa, la sabia mirada de unos ojos serenos y el equilibrio de unas lágrimas contenidas. Todo ello, por nada, solo el destino.
Removí un poco la copa nuevamente, y como si hubiera pasado página vi al anciano representado por detrás, era la imagen de cuando se iba después de despedirse. Su andar era lento y cadencioso como una melodía. La visera calada, la chaqueta y el pantalón de pana acompañaban su cuerpo en cada movimiento con su mirada al frente que yo intuía. Cada paso que daba, hablaba, dibujaba en el suelo el leve rastreo de su pierna mala y según iba desapareciendo de mi vista, veía dibujada en el horizonte su espalda inclinada y la iglesia situada al fondo de la calle. La campana comenzó a sonar para la oración del atardecer, y el ritmo de su sonido, coincidía con los pasos del anciano. Un paso : un sonido; cada movimiento de sus piernas: un balanceo de campana; cada movimiento: un verso; cada balanceo : una canción. Una imagen sencilla para no olvidar, para mantener en el recuerdo. El último tañido de campana, coincidió cuando su cuerpo desapareció en mi pequeño pero querido horizonte.
Miré por última vez la copa de vino, ya no la giré mas, me había bastado su olor para remover mis recuerdos, su color para desvelarlos y de esta forma poder volver a oír algún tañido de campana de mi memoria que yo agradecí.
Antonio Manuel Sánchez Diego
Tañidos de campana por Antonio Manuel Sánchez Diego
No dejes pasar el momento fugaz, en que palpita la existencia en un instante, en que sientes tu cuerpo y no añoras nada, porque estás consciente. Yérguete a la cima del camino y párate, verás el horizonte teñido de tiempo, de un tiempo presente. El horizonte no tiene color definido, solo tiempo que no pasa; no hay final en él, solo un destino incierto, atractivo y desafiante. Quien lo mira, trata de descifrar sus entrañas, su densidad y espesura que no deja ver el final. Pero ese es el precio de su belleza que, como todo lo bello, se acerca para que te asombres, zarandeándote con la suavidad de unas aguas estancadas. Déjate zarandear por su inmensidad que es única, como todo aquello que resplandece callada y majestuosamente en el recuerdo.
Aquel día, estaba yo tomando una copa de vino tinto en una cafetería, mis manos la tenían cogida por el pie estilizado que sale de su base, haciéndola girar en una y otra dirección, al tiempo que miraba atentamente su contenido color nazareno. Observaba la corona que forma la superficie del preciado brebaje junto al cristal en su parte interior y buscaba inconscientemente a través de su transparencia el fondo de la misma. En este preciso instante percibí su olor, era un olor penetrante y agradable que estuve saboreando un buen rato. Luego me fui dando cuenta de que ese olor me iba descubriendo algo que no acertaba a comprender y a base de pensar que me estaba ocurriendo, vino a mi memoria un recuerdo de mi niñez. El olor había despertado mi memoria.: Yo era un niño que no había llegado aún a la adolescencia cuando me enseñaron en mi casa a graduar el vino que llegaba a nuestros almacenes procedentes de otras bodegas. Era un voto de confianza que, a mi personalmente, me daba seguridad. Y me aplique a tal tarea con tanta disciplina que llegué a poder discernir lo que era mejor y lo que no lo era tanto. Aprendí a oler el interior de las cubas para saber su estado y a mirar a través del cristal de los vasos la transparencia de los diferentes colores. Aprendí a graduar el vino y creo yo que algo mas que el vino que solo olía y miraba. Yo creo que aprendí a discernir el vino y a disfrutar de otras cosas, como por ejemplo la del silencio que provocaban los catadores a la hora de la prueba.
El olor de la copa de vino que estaba mirando en este momento, estaba produciendo en mi una transformación. Sonó tan intensamente dentro de mi el eco interior que, el silencio de fuera me parecía un estruendo. Inmóvil, casi imperceptible a mis movimientos, me puse a escuchar el sonido intangible de mis sensaciones. No quería salir de él, no quería volver atrás, no quería la diversidad, solo deseaba, si es que podía, el vacío insoslayable de la unidad.
Escuché con atención, escuché una y otra vez la vibración interior y siempre aparecía el olor embriagador de la verdad lejana. Pero, sabiéndome aún no consciente de ella, escudriñe por el camino de la silenciosa soledad por si podía discernir alguna claridad. Y así me aparecieron imágenes de aquellos tiempos, imágenes encantadoras e inolvidables, como las del anciano que me visitaba casi todas las tardes a tomarse en mi compañía un vaso de vino que yo le regalaba a cambio de su compañía. Algo inclinado por la leve cojera que le obligaba a llevar bastón, transmitía a través de su mirada la sabiduría de los años vividos. Sus ojos llorosos contenían lágrimas en sus párpados que los convertían en claros y serenos. Yo recuerdo su mirada en este momento como si fuera ayer, por su autenticidad, por su elegancia, por su aceptación, y digo aceptación porque nunca le vi caer las lagrimas que se mantenían en equilibrio con su vida. Tantas otras imágenes se sucedían cada vez que percibía el olor, si bien persistía la del anciano.
Giré la copa con fuerza suficiente cómo para que el vino adquiriese un movimiento circular y de vaivén que, le hacía subir y bajar de una parte a otra cómo si se tratara de una ola. Me quedé mirando la oscilación del movimiento que no cesaba pero, al disminuir su inercia, lo hacía de tal manera que creó un ritmo de sosiego creciente en mi, conforme iba consiguiendo su forma plana de equilibrio. Cuando lo consiguió, me quedé estático, mirando al fondo de la copa a través de la superficie. Yo, había conseguido también un equilibrio a través del vino y su color. Volví a ver al anciano sentado en una cuba junto a mi, nos separaba un vaso de vino al que le faltaban algunos sorbos. La cuba, no era grande, lo que permitía sentarnos con una determinada comodidad. El tapón de corcho que cerraba la boca, sobresalía un poco y él lo tocó con un dedo en una zona especialmente manchada de vino que, se llevó a la nariz para expresar una sonrisa de aprobación.. No dijo nada, solo una sonrisa esbozaron sus labios, inundándole la cara de alegría. Yo, me sonreí también y le acerqué el vaso de vino, invitándole a beber. El lo cogió con sus manos temblorosas y tomó un sorbo, después de haberlo olido. Era la conversación de un niño y un anciano en una bodega, una conversación callada pero, llena de contenido. Aquel lugar, iba a marcar en mi, un antes y un después : El olor del vino, la conversación silenciosa, la sabia mirada de unos ojos serenos y el equilibrio de unas lágrimas contenidas. Todo ello, por nada, solo el destino.
Removí un poco la copa nuevamente, y como si hubiera pasado página vi al anciano representado por detrás, era la imagen de cuando se iba después de despedirse. Su andar era lento y cadencioso como una melodía. La visera calada, la chaqueta y el pantalón de pana acompañaban su cuerpo en cada movimiento con su mirada al frente que yo intuía. Cada paso que daba, hablaba, dibujaba en el suelo el leve rastreo de su pierna mala y según iba desapareciendo de mi vista, veía dibujada en el horizonte su espalda inclinada y la iglesia situada al fondo de la calle. La campana comenzó a sonar para la oración del atardecer, y el ritmo de su sonido, coincidía con los pasos del anciano. Un paso : un sonido; cada movimiento de sus piernas: un balanceo de campana; cada movimiento: un verso; cada balanceo : una canción. Una imagen sencilla para no olvidar, para mantener en el recuerdo. El último tañido de campana, coincidió cuando su cuerpo desapareció en mi pequeño pero querido horizonte.
Miré por última vez la copa de vino, ya no la giré mas, me había bastado su olor para remover mis recuerdos, su color para desvelarlos y de esta forma poder volver a oír algún tañido de campana de mi memoria que yo agradecí.
Antonio Manuel Sánchez Diego
UN ALMA BELLA, SINCERA Y SENCILLA
Esa es el alma de Sacha Martinez, el primer gran cuentista que ha llevado a cabo una lectura de sus relatos en arteduna. Este relato es una muestra de esa alma que le rezuma por los poros de la piel.
¿Dónde estás Totó? por Sacha Martínez
Antes de que naciera S. mi único compañero había sido un elfantito de peluche llamado Totó. No recuerdo claramente su color ni su tacto, sólo su trompa erguida y dura. No podía dormir si no lo tenía cerca, agarrado. Tampoco iba a ninguna parte sin llevarlo conmigo. En aquel tiempo yo aún era un ser humano libre, no había comenzado mi condena escolar. Esto ocurrió, si no me equivoco, poco antes de empezar el colegio.
Un día mi madre nos llevó a los dos en el coche, no sé dónde. En algún momento S. me pidió permiso para coger a Totó; accedí, no sin protestar un rato. En el trayecto de vuelta a casa me di cuenta de que lo había perdido, odié a S. intensamente, me sentí desamparado. Lloré con fuerza, lo busqué por todo el coche y por toda la calle hasta entrar en casa.
S. y yo nos quedamos en mi habitación. Hice todo lo posible para que se sintiera incómoda, pretendía demostrarle mi inmenso dolor. Por la noche vino Mamá V. y se la llevó. Al despedirse me contempló largamente y vi en sus ojos algo que no he vuelto a ver en nadie, salvo en otra ocasión (infinitamente más dolorosa que ésta), muchos años después y en esos mismos ojos: empatía.
A pesar de todo aquella noche no tardé en dormirme, pero hasta entonces me revolví sin cesar en la cama; me preguntaba dónde estaría, si lo habría recogido algún niño o algún hijo de perra. Qué clase de existencia le aguardaba a partir de ahora, sin mi protección. Y lloré sin descanso hasta que me dormí.
Por la mañana un ruido me despertó. S. había entrado en mi habitación. Se acercó a la cama y me tendió un pequeño peluche, un conejo amarillo. " Se llama Totó ", dijo.
¿Dónde estás Totó? por Sacha Martínez
Antes de que naciera S. mi único compañero había sido un elfantito de peluche llamado Totó. No recuerdo claramente su color ni su tacto, sólo su trompa erguida y dura. No podía dormir si no lo tenía cerca, agarrado. Tampoco iba a ninguna parte sin llevarlo conmigo. En aquel tiempo yo aún era un ser humano libre, no había comenzado mi condena escolar. Esto ocurrió, si no me equivoco, poco antes de empezar el colegio.
Un día mi madre nos llevó a los dos en el coche, no sé dónde. En algún momento S. me pidió permiso para coger a Totó; accedí, no sin protestar un rato. En el trayecto de vuelta a casa me di cuenta de que lo había perdido, odié a S. intensamente, me sentí desamparado. Lloré con fuerza, lo busqué por todo el coche y por toda la calle hasta entrar en casa.
S. y yo nos quedamos en mi habitación. Hice todo lo posible para que se sintiera incómoda, pretendía demostrarle mi inmenso dolor. Por la noche vino Mamá V. y se la llevó. Al despedirse me contempló largamente y vi en sus ojos algo que no he vuelto a ver en nadie, salvo en otra ocasión (infinitamente más dolorosa que ésta), muchos años después y en esos mismos ojos: empatía.
A pesar de todo aquella noche no tardé en dormirme, pero hasta entonces me revolví sin cesar en la cama; me preguntaba dónde estaría, si lo habría recogido algún niño o algún hijo de perra. Qué clase de existencia le aguardaba a partir de ahora, sin mi protección. Y lloré sin descanso hasta que me dormí.
Por la mañana un ruido me despertó. S. había entrado en mi habitación. Se acercó a la cama y me tendió un pequeño peluche, un conejo amarillo. " Se llama Totó ", dijo.
REFUGIO PARA UN HERIDO
Cuando la vida nos maltrata, tenemos el recurso de acudir a los recuerdos. Se convierten entonces en un bálsamo, que expresa este profundo y atinado poema de Miguel Cazorla:
El recuerdo de la infancia
Miguel Cazorla
el recuerdo de la infancia
la mirada al interior
el regreso al origen
muchachos de manga larga corretean por las calles
montones de hojas se agolpan en el suelo
marrones, ocres, amarillos
apacible escenario de mi niñez
momentos de café y manta
de tinta y papel
de refugiarse dentro
a la espera de mejores temperaturas
y más cálidas palabras
ahí fuera
los paseos de viento y chaqueta
el brasero de carbón
las castañas, la matanza
mi pueblo
evocaciones de otoño
y todo tan parecido
a la palabra
melancolía
Y añado yo, aunque no lo necesita:
TAN CERCANO a las palabras, PARAISO DE LA MEMORIA.
El recuerdo de la infancia
Miguel Cazorla
el recuerdo de la infancia
la mirada al interior
el regreso al origen
muchachos de manga larga corretean por las calles
montones de hojas se agolpan en el suelo
marrones, ocres, amarillos
apacible escenario de mi niñez
momentos de café y manta
de tinta y papel
de refugiarse dentro
a la espera de mejores temperaturas
y más cálidas palabras
ahí fuera
los paseos de viento y chaqueta
el brasero de carbón
las castañas, la matanza
mi pueblo
evocaciones de otoño
y todo tan parecido
a la palabra
melancolía
Y añado yo, aunque no lo necesita:
TAN CERCANO a las palabras, PARAISO DE LA MEMORIA.
QUE VENGA LA LLUVIA A LAVAR NUESTRAS HUELLAS de un camino equivocado.-
Este poema de J.C. Diaz nos da la medida de lo qiue significan la naturaleza y la casa natural de nuestra especie, para el espíritu que habita hasta en los corazones más coriaceos.
Llueve
Juan Carlos Díaz
Llueve. Ha dejado de llover.
La hierba está encharcada. La pisada
expulsa agua hacia la superficie. En la montaña
la niebla se dispersa como bocanadas de humo.
Los pájaros (gorriones y rabilargos) comienzan a salir.
Es un prado liso, tan liso
que obliga a los charcos a formarse en las lindes,
las mismas sirven luego, en verano,
para regar las huertas. El prado está vallado
de piedra, donde se crían, con la pureza del aire
musgos de verde ceniciento. Si presionamos con los dedos
expulsan el agua de su interior.
Un iglesia linda con el parque infantil.
En breve se llenará de niños desobedientes,
incapaces de aceptar la prohibición "de tener
cuidado para no mojarse". Llegarán a casa
empapados y todo pasará con una regañina
y algún constipado.
El aleteo de los pájaros, el marchar de las nubes,
el correr del agua por las laderas,
el goteo de las hojas de los árboles,
el griterío de los críos
y los motores de los vehículos, se concentran en el aire,
como si la humedad fuera pequeños cubitos
de presente armonía completa.
No encontré lágrimas para mis ojos,
ellas estaban donde siempre quisiseron estar
en el prado, en la ladera, en la lluvia y en las nubes.
ES LA CASA DE JUAN CARLOS de lo que nos hablan los poemas de este sublime escritor, la casa que es de todos, pero de la que solo unos cuantos heroes, como Juan Carlos, se hacen responsables.
Llueve
Juan Carlos Díaz
Llueve. Ha dejado de llover.
La hierba está encharcada. La pisada
expulsa agua hacia la superficie. En la montaña
la niebla se dispersa como bocanadas de humo.
Los pájaros (gorriones y rabilargos) comienzan a salir.
Es un prado liso, tan liso
que obliga a los charcos a formarse en las lindes,
las mismas sirven luego, en verano,
para regar las huertas. El prado está vallado
de piedra, donde se crían, con la pureza del aire
musgos de verde ceniciento. Si presionamos con los dedos
expulsan el agua de su interior.
Un iglesia linda con el parque infantil.
En breve se llenará de niños desobedientes,
incapaces de aceptar la prohibición "de tener
cuidado para no mojarse". Llegarán a casa
empapados y todo pasará con una regañina
y algún constipado.
El aleteo de los pájaros, el marchar de las nubes,
el correr del agua por las laderas,
el goteo de las hojas de los árboles,
el griterío de los críos
y los motores de los vehículos, se concentran en el aire,
como si la humedad fuera pequeños cubitos
de presente armonía completa.
No encontré lágrimas para mis ojos,
ellas estaban donde siempre quisiseron estar
en el prado, en la ladera, en la lluvia y en las nubes.
ES LA CASA DE JUAN CARLOS de lo que nos hablan los poemas de este sublime escritor, la casa que es de todos, pero de la que solo unos cuantos heroes, como Juan Carlos, se hacen responsables.
SuBIR Y BAJAR
Para los que hayan estado en un hoyo, en un pozo, en una sima abisal del anima, este poema de J.C.Diaz puede ser un sabio resumen de lo que es a veces la vida. Recuerdo el cuento de ayer en que el lobo, -siempre el lobo es el tonto en todas las mitologías y leyendas, orientales y occidentales-, se fia del zorro,-siempre el listo. Aunque en la realidad siempre sea el lobo el que se come al zorro. Aquí está el poema:
El eco de los pozos
Juan Carlos Díaz
A todos los que están en un pozo,
profundo, oscuro,
donde habitan las feas
desviaciones, inmundicias humanas,
en aguas defecales,
cenagosas. Horribles nidos de seres
deformes, ansiosos
de instinto humano. Nidos de irracionalidad
lunáticas y atroces
frecuencias,
nidos de monstruos
sin vida, sin latidos
sin descendencia.
A todos, digo, los que están en el pozo
profundo, en la oscuridad,
a todos los envío el recuerdo
de momentos soleados en la superficie,
de brisas suaves,
de cantos festivos,
de la expasión de las semillas,
del brotar de las ramas,
del balanceo
de hombres y mujeres caminando del brazo,
de amores perdidos y amores por ganar,
de niños que se esconden bajo una escalera,
de niños que giran su mirada al cruzarse.
De amigos perdidos y amigos por ganar.
Los pozos tienen paredes,
y aunque húmedas,
siempre queda un asidero para trepar.
Y no hay trepar que no produzca
algún dolor de brazos.
El eco de los pozos
Juan Carlos Díaz
A todos los que están en un pozo,
profundo, oscuro,
donde habitan las feas
desviaciones, inmundicias humanas,
en aguas defecales,
cenagosas. Horribles nidos de seres
deformes, ansiosos
de instinto humano. Nidos de irracionalidad
lunáticas y atroces
frecuencias,
nidos de monstruos
sin vida, sin latidos
sin descendencia.
A todos, digo, los que están en el pozo
profundo, en la oscuridad,
a todos los envío el recuerdo
de momentos soleados en la superficie,
de brisas suaves,
de cantos festivos,
de la expasión de las semillas,
del brotar de las ramas,
del balanceo
de hombres y mujeres caminando del brazo,
de amores perdidos y amores por ganar,
de niños que se esconden bajo una escalera,
de niños que giran su mirada al cruzarse.
De amigos perdidos y amigos por ganar.
Los pozos tienen paredes,
y aunque húmedas,
siempre queda un asidero para trepar.
Y no hay trepar que no produzca
algún dolor de brazos.
martes, 20 de enero de 2009
MARTA lo superará
PARA MARTA que me llamó desconsolada aquel día, DESCONSOLADA por perder de vista el sueño de su vida, su sueño americano.-
Tú eres el mejor trabajo de tu vida,
Pero no sé que decirte.
Cuando la lava del volcán sin nombre
Se desmelena, no se que decir,
Ante los sollozos de tu espíritu traicionado.
Ante los restos del ciclón,
Solo puede haber silencio y pena.
No se quien es mejor, si tú o tu aureola verdadera
De santa con raigambre en cada uno de nosotros.
Eres el mejor trabajo de mi vida, el único que
Merece la pena.
No eres de esos ecos que te dejan tirado en el
Camino, no eres de esas que solo sonríe para
Lucir cutis. Eres poeta de la pena y la memoria.
Por eso te quiero y te queremos.
Olvida este día cuanto antes. Fabricaremos uno nuevo.
Solo para nosotros, los reos de todo lo perdido.
Los que nunca supieron ganar nada para ellos.
Los sueños están ahí Marta, mujer hacendosa, esperando a una pionera que sepa modelarlos y hacer con ellos alegria volandera. Quizá este tropiezo sea para subir, no para bajar. La mujer de Dumbar le dijo que creía que su anterior marido había muerto para que el-Dumbar- llegase. Quizá mi madre murió para que llegases tú y alguien más, así son las cosas a veces. Solo la fe puede cuando lo demás ya se ha acabado.
Tú eres el mejor trabajo de tu vida,
Pero no sé que decirte.
Cuando la lava del volcán sin nombre
Se desmelena, no se que decir,
Ante los sollozos de tu espíritu traicionado.
Ante los restos del ciclón,
Solo puede haber silencio y pena.
No se quien es mejor, si tú o tu aureola verdadera
De santa con raigambre en cada uno de nosotros.
Eres el mejor trabajo de mi vida, el único que
Merece la pena.
No eres de esos ecos que te dejan tirado en el
Camino, no eres de esas que solo sonríe para
Lucir cutis. Eres poeta de la pena y la memoria.
Por eso te quiero y te queremos.
Olvida este día cuanto antes. Fabricaremos uno nuevo.
Solo para nosotros, los reos de todo lo perdido.
Los que nunca supieron ganar nada para ellos.
Los sueños están ahí Marta, mujer hacendosa, esperando a una pionera que sepa modelarlos y hacer con ellos alegria volandera. Quizá este tropiezo sea para subir, no para bajar. La mujer de Dumbar le dijo que creía que su anterior marido había muerto para que el-Dumbar- llegase. Quizá mi madre murió para que llegases tú y alguien más, así son las cosas a veces. Solo la fe puede cuando lo demás ya se ha acabado.
PREMIO NADAL y EL HUMOR
El premio Nadal ha sido concedido este año a Maruja Torres por una novela de fantasmas, segun ella claro. Porque que miedo nos pueden dar a estas alturas Ternci Moix o Vazquez Montalban. A mi me da mas miedo la autora, que se las gasta buenas por lo visto. Y aprovechando la coyuntura habría que comentar sobre este premio que es una pena que de vez en cuando transgreda su tradición de premiar a autores jovenes o casi noveles. Este año se han decidido por una pequeña bruja maligna y traviesa que ya ha cumplido los mil años, rodeada de fantasmas, dicho sea con humor y con amor.
Hablando de humor, no se que ha hecho el pobre que no tiene ni un solo premio literario, que yo sepa, en este encabronado país. Descubranlo ustedes y me lo cuentan. Aunque quizá yendo al corte inglés y viendo lo que consideran humor allí, en la casa del libro o en la Fnac, tengan una pista.
Hablando de humor, no se que ha hecho el pobre que no tiene ni un solo premio literario, que yo sepa, en este encabronado país. Descubranlo ustedes y me lo cuentan. Aunque quizá yendo al corte inglés y viendo lo que consideran humor allí, en la casa del libro o en la Fnac, tengan una pista.
sábado, 17 de enero de 2009
RECITAL DE POESÏA
Hoy sábado ha tenido lugar el recital correspondientre de poesía representable en la casa del libro de maestro Victoria. El exito ha sido grande, con casi ningun fallo; y en donde hasta los pequeños fallos han sido convertidos en aciertos. No hay lugar para destacar a ningun nombre, pero todos sabemos que en en el último poema no hizo falta ningun grupo de energumenos, pues pareció que todo un pueblo, una gran masa, se abalanzaba sobre el poeta-potentado que retrocedía aterrado. Los demás nos tienen también tan mal acostumbrados que todo pareció normal aunque fue genial. Solo destacar que ni Marta, ni Antonio, Roberto, Laura nos acompañaron para disfrutar de todo ello, junto con otros de mi personal querencia. Espero que el video de Verónica cumpla su función, quizá, si es posible, para ellos también. Y el fotógrafo que se marque un detalle y regale alguna foto a Arteduna para nuestra promoción, de esas que nos disparaba a boca de jarro.
martes, 13 de enero de 2009
Para Alvaro: todo está en ti dispuesto a emerger
El otro día, cuando vi la nieve y su blancura, me acordé de la belleza tan blanca de los cisnes.
No quería mirar la nieve, por si al haceerlo la gastaba y desaparecía la magia.Como los cisnes, creo que no se ven, que no saben lo que nos regalan con solo mirarlos, con solo tenerlos al lado. Como en algún mundo fueon patito feo, siguen sintiendo que deben cambiar radicalmente para rozar sus sueños.
Los sueños están ahí, Cisne...todo lo que el hombre piensa existe, todo lo que el hombre desea se cumple en algún punto del universo. Sigue soñando, sigue escribiendo, sigue regalando al mundo tu belleza...y aparta las sombras de un pasado borroso, que apenas se refleja en el agua de tu estanque dorado
No quería mirar la nieve, por si al haceerlo la gastaba y desaparecía la magia.Como los cisnes, creo que no se ven, que no saben lo que nos regalan con solo mirarlos, con solo tenerlos al lado. Como en algún mundo fueon patito feo, siguen sintiendo que deben cambiar radicalmente para rozar sus sueños.
Los sueños están ahí, Cisne...todo lo que el hombre piensa existe, todo lo que el hombre desea se cumple en algún punto del universo. Sigue soñando, sigue escribiendo, sigue regalando al mundo tu belleza...y aparta las sombras de un pasado borroso, que apenas se refleja en el agua de tu estanque dorado
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