sábado, 1 de noviembre de 2008

NO HAY VARITAS MÁGICAS¿O Sí?

Carmen Quirós nos demuestra que no hay varitas mágicas y que los que pretenden que lo saben todo a veces para casos singulares pueden no saber nada. Así nos explica su genial manera de enfrentarse a un texto:

Hola Carmen,

Solo quería preguntarte si tú das mucha importancia a estructurar un texto, por ejemplo tu novela. Y si es así supongo que una vez escrita al modo que tu lo haces, a la brava, más o menos como yo, es decir, mucho mejor que yo; entonces el modo de estructurarlo, si no lo has ido haciendo así al escribirlo, será volviendo a leertela de nuevo para tener la idea de las partes, y ordenarla en ese momento¿No es así?.



Yo no le doy ninguna importancia a estructurar un texto. Supongo que te refieres al momento de iniciar el borrador, cuando se supone que empiezas a desarrollar la idea y que lo haces trazando un esqueleto del contenido, para tener una guía antes de empezar a darle a la tecla o a la pluma.

Sí se lo doy, por supuesto, cuando se trata de un relato trabajado. No soporto las novelas que dejan flecos colgando, en las que el autor se saca de la manga sobre la marcha una situación o un personaje, sin ninguna justificación previa o lo hace desaparecer sin que se sepa más de él, salvo que esté justificado por la propia trama.

Creo que la cuestión esencial es la posición en la que te enfrentas al papel en blanco. Si eres un escritor profesional que vive de su obra, es evidente que no puedes pasarte tres meses divirtiéndote escribiendo un primer relato en el que se desarrolla la historia, para leerlo luego y empezar a escribir de verdad. Necesitas que sea el mínimo tiempo posible el que trancurre entre la primera palabra escrita y el cierre de la novela o el relato, ya rematado. Si no lo eres, puedes permitirte lujos, tirarte el tiempo que haga falta escribiendo la historia a borbotones para que fluya la idea. Disfrutar mucho leyendo y a veces riéndote a carcajadas (a mi me pasa) viendo que has rellenado cinco páginas con un diálogo que no lleva a ninguna parte o preguntándole a un personaje: «¿Y tú de dónde has salido?», para tener la columna vertebral de la historia trazada, aunque luego modifiques la mayoría.

Sé, porque me lo han dicho autores profesionales y porque lo he leído, que esto no se hace así; pero me da lo mismo. Mi criterio es que se aprende practicando en todos los terrenos y que ese método de plasmar la historia de forma salvaje en un primer borrador es la única vía que tenemos algunas personas; porque la estructura de nuestro pensamiento, del discurso intelectual de nuestro cerebro, de... ¡sabe Dios qué! requiere que empecemos así.

Supongo que a fuerza de escribir primeros borradores a martillazo limpio, vas depurando la técnica a fuerza de tiempo y acabas haciendo un verdadero esquema cuando tienes una idea. O tal vez no. Yo sé que, por ahora (y llevo millones de páginas escritas sobre mis espaldas --mejor dicho: dedos--) es el único camino que tengo. Muchas veces mis historias empiezan con una idea. Por ejemplo: Veo una mujer (o un niño) parado ante un semáforo. No cruza, las luces cambian y sigue ahí. Entonces empiezan las preguntas: ¿Qué hace ahí? ¿Por qué está en ese sitio? ¿De dónde viene? ¿Qué es lo que está esperando? ¿O tal vez no espera nada y sólo está ahí, acariciando una esperanza, recordando algo?...

Es imposible para mí empezar a hacer un esquema a partir de esa imagen que se va enriqueciendo y configurando la historia conforme voy encontrando respuestas satisfactorias a todas esas preguntas que van a dotar de una historia previa, de una andadura posterior, de unas vivencias, unos rasgos de personalidad y todos los demás elementos, al personaje que está parado en el paso de peatones. No sé si te he respondido a satisfacción.

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